27 de octubre de 2015

Izquierda y derecha las categorías eurocéntricas que anulan la posibilidad de entendimiento político Latinoamericano.

Desde el contrato social, la propia definición de América Latina, los principios de la revolución, de libertad, igualdad y fraternidad, pasando por todas las constituciones y códigos normativos que se inspiraron en sus legalidades, hasta los postulados de sus intelectuales que han sido y lo siguen siendo obcecada y dogmáticamente seguidos por la patria académica-intelectual, el insoportable sopor de seguir siendo tutelados por la razón iluminada francesa, imposibilita que razonemos desde nuestras perspectivas, desde nuestras realidades, tanto las profundas, como las superficiales; la concepción errónea desde la que se parte, la asumimos tanto en el pupitre universitario, como en el espacio público. Vana y absurdamente quiénes siguen mirando a Europa, dando las espaldas a su propia tierra, son los que se erigen en doctos vanguardistas que postulan categorías como democracias agonales o populismos, que exacerban aquello que nunca ha sido nuestro; ni deísmo, marxismo, neomarxismo, ni derechas ni izquierdas.

Tras las recientes elecciones presidenciales en Argentina, y su sorpresivo resultado, al menos para el círculo rojo (acepción acuñada por el sociólogo Charles Mills en “La elite del poder), se consumen en cantidades industriales análisis que desbordan en planteos conceptuales como mínimos inconsistentes.

No son pocos, quiénes no dejan de introducir las categorías derecha e izquierda en un país que alberga dos provincias como Formosa y Santiago del Estero, en donde en el primero de los casos un gobernador arriba casi al ochenta por ciento de los sufragios tras veinte años en el ejercicio del poder y en el segundo caso, la mujer puesta por el marido, quienes desbarrancaron a otro matrimonio entronizado en el mismo poder, se disputan un mismo porcentual de adhesión popular, donde, casualmente en ambos distritos, la fiesta democrática, también es una fiesta febril para los índices de pobreza y marginalidad.

Hablar, desde la Argentinidad, sin tener en cuenta la realidad de estas provincias, mencionando o escribiendo las palabras derecha e izquierda, para querer aproximarse a un análisis político, es como mínimo digno de un pelotudo. Si algo nos pertenece es este último término utilizado, que según los investigadores, surge en las guerras gauchas para denominar a quiénes tenían que atacar con pelotas a las líneas enemigas, los primeros en ir al frente en la batalla. Así como el “Idiota” proviene del griego que no participaba de los asuntos públicos, el pelotudo es el que le hace el caldo gordo al jefe, al patrón, al caudillo, el obediente (sea por acción es decir por supuesto convencimiento o por omisión o condicionamiento, por el sueldo o conchabo que le dan desde el estado para que tire o rompa las pelotas a los otros) el obsecuente, el soldado que cumple las órdenes, porque tal es su función, tanto en la disputa, política (entendida incluso como confrontación) como en la vida. Dentro de esta lógica dialéctica, donde se circunscriben acepciones de índole militar (recordemos que la revolución francesa, fue producto de cabezas guillotinadas), el militante político, es muchas veces puesto en esta función de pelotudo, es decir de estar en la primera línea de fuego, para tirar con lo que  tenga a mano, ser vertical y no preguntar, reconociéndose ellos mismos como “soldados” de la causa.

A estos tipos eximimos de responsabilidad alguna. Es como si responsabilizáramos a los pobres o marginales, que el día de las elecciones son cómplices de un delito, al aceptar dádivas o prebendas electorales, ante quienes se les acercan para creer en la ilusión de que les están comprando el voto (otra de nuestras prácticas electorales tan habituales, y normales en nuestra parte del mundo, que a ningún europeo se le ocurriría siquiera escribir como parte de una novela).  Es como si pretendiésemos señalarles qué y cómo tienen que votar, porque un resultado electoral no nos otorgó la saciedad de nuestras expectativas. Pero tampoco son pocos, los que sí lo hacen. Estos ya no son pelotudos, tan sólo conchudos, en el sentido que brinda el lunfardo al término.

Expresar que un determinado colectivo ciudadano, encima siempre son los desposeídos o los que van saliendo de tal clase (y acá se vislumbra taxativamente el eurocentrismo que empacha a estos conchudos, como si clase fuese otra de las categorías que nos correspondiesen como propias) como las medias, deben recordar que hace algunos años hacían trueques, o juntaban cartón y que ahora, supuestamente, gracias a un proyecto político, cambiaron de estatus y por ende les deben obediencia debida cívica a sus mandantes (como sí en verdad lo teórico no dijese lo contrario) es análogo que un padre le diga a su hijo, que no lo moleste diciéndole que esa noche tiene hambre, porque la semana pasada lo llevo a un restaurante y le pago la cena, con gaseosa y postre. Entonces el niño estaría obligado, con el ruido de panza mediante, a agradecerle, por una obligación que tiene el padre hacia él, que este no cumple no dándole de comer y encima se enoja, haciendo público y recriminador su disgusto. Pero estos conchudos, sea por brutos o por pajeros, tienen que ser enrostrados, bajo sus mismos categoriales europeizantes, de los cuales no pueden salir. Deben saber que son Nazis, en potencia, pero Nazis al fin, o como mínimo fascistas.

Insistimos estos conchudos, que creen en esas izquierdas y derechas, son tanto los arriba mencionados, como quiénes cuando tuvieron por parte de la ciudadanía otro tipo de veredicto, expresaban también (y lo siguen pensando) que tal resultado se había dado por el reparto sistemático y organizado de vino, choripán u otro comestible, como de algún plan social o ayuda directa de baja denominación por parte del estado.

No es fácil ni sencillo, pensar desde nuestra categorías, de hecho existe toda una corriente filosófica que lo viene realizando con aplomados pasos y cientos, por no decir miles con más talento que uno, que consagran su vida a esto. Sin embargo, es conveniente separar la paja del trigo, y no que en nombre de esas buenas intenciones, todo sea, o valga lo mismo. Esto ya lo padecieron nuestros ancestros, el genocidio perpetrado por tipos que se decían apañados por un dios benévolo, que en su buen nombre y honor, autorizaba a los enajenados de los barcos  a que nos roben, mutilen y cojan (es paradigmático el giro que dio este término, que en el viejo mundo sigue significando agarrar, y en esta parte del mundo, es inequívocamente agarrar con finalidad sexual) ya lo padecimos y debemos aprender de ello.

Es decir, los profesores eurocentristas, o los artistas eurocéntricos, que acaban cuando pronuncian con la nariz arrugada términos como “diferrance”, o hacen largos ensayos con acepciones como proletarios, rizoma o biopolítica, deben continuar su exitoso peregrinar en la vida que piensan que han escogido, pero sus cucardas académicas no los habilita a que nos digan, como sí fuesen la expresividad unívoca de la pachamama, que tipo de procesos político estamos viviendo, y mucho menos que nos digan, mediante sus pelotudos, que, como y a quiénes tenemos que votar, bajo la argucia, eurocentrista, de la construcción de un nuevo sujeto histórico que nos liberara de nuestras sujeciones, contradicciones y temeridades.

Sí algo representa que nuestros categoriales, no son entendidos a la otra orilla del océano, específicamente lo que vivimos en Argentina,  es que no comprenden al Peronismo (movimiento político, que puede ser semejante con su par Mexicano del Partido Revolucionario Institucional).

Y sí alguien, pretende analizar que sucede, sobre todo en una elección nacional Argentina, debe, le guste o no, tratar con la cuestión peronista, que por definición aglutina, abreva, y trasciende los categoriales europeos de derecha e izquierda.

Finalmente y como para no dejar de hacer mención, al menos en breves líneas, acerca del resultado de las elecciones en la Argentina, el principal bastión del peronismo (que aglutina casi el 40% del padrón de votantes) ha quedado en manos de una mujer, joven, predicadora de una ética y estética totalmente diferente a lo propuesto hasta ahora por el peronismo, proveniente de un espacio político, hasta hace horas, básicamente municipalista y que le ha dado una victoria moral y una posibilidad real, a que su líder, pueda arribar a la presidencia en algunas semanas. El peronismo se está reconvirtiendo, pese a que algunos que se dicen “compañeros” no entiendan que ya ha usado a esos categoriales eurocéntricos de derecha e izquierda, ahora precisa de redefinirse, de recontrarse y de abrevar en sus raíces más auténticas su vinculación genuina con los más humildes, su opción por los pobres, como no casualmente lo refiere, como uno de sus objetivos irrenunciables, la filosofía de la liberación latinoamericana.

 


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