11 de octubre de 2015

Macri o la continuidad del Kirchnerismo.

Uno de las pocas conclusiones objetivas que se pueden extraer a partir de las próximas elecciones presidenciales, es que el apellido Kirchner no estará en el sillón de Rivadavia. Suponiendo, es decir a partir de esta premisa verdadera, que entre tantas cosas, esta perspectiva política, entronizo un concepto del poder, que abrevo en las consideraciones filosóficas de autores como Laclau y Mouffe (quiénes para una definición sucinta, entienden el fenómeno político-democrático de acuerdo a la siguiente cita: “En lugar de intentar hacer desaparecer las huellas del poder y la exclusión, la política democrática requiere ponerlas en primer plano, para hacerlas visibles, de modo que puedan entrar en el terreno de la controversia.” Mouffe, En torno a lo político) y que bien podría interpretarse, en su desarrollo práctico (alejándose de esta manera de su plataforma Peronista, que como filosofía política, no concibe el ejercicio política sin pretender o detentar el poder real) como el exacerbar la controversia, la condición agonal, cediendo de un modo elegante, el poder fáctico, al espacio, que de acuerdo al imaginario se concibe como el más claro ámbito de oposición. Para ponerlo en una frase, nada significaría un mayor poder, conceptual, agonal y coherente con el relato que han construido, para el propio Kirchnerismo, que ser bajado al llano de la oposición de un gobierno que se asiente en el sillón de Rivadavia, blandiendo todas las banderas que estarían en sus antípodas.

Imagínenos por un instante el escenario trazado, un Cambiemos que arribe al poder, desplazando al núcleo duro del Kirchnerismo, al espacio del llano, al espacio público, en donde sus acciones, ya pasadas, de gobierno, se acentúen por ausencia (que es la mayor de las presencias) y el relato proverbial de transformación nacional y popular, recobre sentido, con mayor ímpetu y épica mística, que soportando un gobierno, amarillo y de acuerdo a lo que han construido, neoliberal y noventista. Los otrora panelistas de los programas de propaganda de gobierno, acodados en una biblioteca, que se llame Néstor Kirchner, en una villa miseria del conurbano, sus relatores y comunicadores, antes bendecidos por la pauta oficial, haciéndose cargo del prime time de radios como la Colifata, situaría el valor de sus mensajes, a un status de verosimilitud cuasi irrefutable, acompañados claro está de la primera línea del viejo gobierno, en un estrategia asamblearia, junto a desafectados de uno o varios de los tantos planes sociales, traducidos por el discurso como los incluidos sociales. Masas uniformes, compuestas sobre todo de jóvenes, que marcharían como en una procesión religiosa (sin el prurito de que lo hagan por estar bajo el calor de los privilegios o prebendas del estado), hacia tribunales o Comodoro Py, para vindicar a los mártires de la otrora revolución, que caerían rápidamente en manos del partido judicial, al que acusarían de una política macartista, transformándolos, bajo este manto protector de la masa movilizada sin recursos del estado, en héroes salvíficos, de una patria liberada, que por un giro del destino, vuelve a estar en las garras de los buitres nacionales e internacionales.

Este escenario es imaginado por Hebe de Bonafini, que sí alguna virtud posee, inobjetable e indiscutible, es la de no tener temor, tras haber padecido la peor de las tragedias que a un ser humano le puede ocurrir. Lo ha expresado, y lo sigue expresando, que la continuidad que propone electoralmente el Frente para la Victoria, no es precisamente una continuidad del Kirchnerismo. Producto del bajo nivel de análisis que posee la corporación mediática argentina (sobrepoblada de amigos, familiares y entenados) estas expresiones de Hebe, recaen en una especie de incontinencia verbal de la Señora, en un resentimiento inexplicable, o en un encono hacia una figura determinada, cuando en verdad, así como hace cuarenta años atrás, decidió valiente y atinadamente, hacer círculos en la plaza de mayo, para encontrar una verdad, ahora repite su visión, sin cambiar el objetivo, está expresando nuevamente otra verdad, y nuevamente, encuentra la misma reacción de propios y extraños, hacen hincapié en su emocionalidad personal, en su estabilidad, o cordura, la historia al parecer no dejar de ser un eterno retorno de lo mismo, al menos se lo puede ver en este caso, en relación a como los griegos  en sus tragedias, hacían depositario al que decía las cosas tal como ocurrían en la voz de un ciego o de alguien que poseyera una supuesta y evidente debilidad.

Dado que estamos fuera de la academia, para hacer una explicación gráfica y sintética, podríamos cometer la infidencia intelectual, de hacer una analogía con lo que se conoce como el corazón o el espíritu de las consideraciones filosóficas de Hegel. El alemán que propuso el movimiento de la historia, bajo tres estadios; tesis, antítesis y síntesis. La antítesis del Kirchnerismo, sólo puede ser expresada, por un gobierno Macrista, para que finalmente se produzca la síntesis. Por más que esta signifique, que el ingeniero no termine el gobierno, no pueda sortear el obstáculo del legislativo adverso, ni de las movilizaciones, inspiradas ya no por el látigo y la chequera, sino por el idealismo y el romanticismo, nadie que haya sido capaz de entender un documento de carta abierta, puede descontar que la antítesis Macrista es la arista, quizá más compleja y temible, pero ineludible para que el Kirchnerismo tenga continuidad.

El candidato del Frente de la Victoria, un especialista en la construcción de hegemonías (en el sentido que lo expresan Mouffe y Laclau) despierta en la parte más peronista que Kirchnerista, sus esperanzas de gobernar. Para los que vivencian la política desde este entendimiento, la política no puede ser ejercida por fuera del poder, no existen las categorías como procesos, como institucionalidad, mucho menos alternancia. Este significante omnívoro de lo político, no tiene problemas de camuflarse, como ya lo ha hecho en estos últimos años, en lo que fuere, para mantenerse en el poder, descuentan que con la billetera estatal, podrán alquilar a tantos otros, que deconstruyan lo realizado y ensalzar nuevas épicas, bajo otros apotegmas o principios.

Suena hasta infantil que se pueda pensar en una continuidad Kirchnerista bajo este nuevo capítulo que intenta escribir el peronismo. Lo único razonable es pensar, que desde la esfera más concentrada de la inteligencia K, están administrando la ruptura. Es decir, en algún momento, habrán definido, que les será más redituable el irse del poder, una vez que hayan contribuido a su llegada. Un revival del antológico “Que pasa, que pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular” por parte de los montoneros, para renglón seguido ser echados e insultados por Perón en la plaza de mayo. No se descuenta tampoco, que esta suerte de repetición, la pretendan hacer por una especie de apego, o de historia irresuelta de aquellos años, lo cierto es que independientemente del porqué, el proceso está en marcha y nos tendrá a los ciudadanos como espectadores de lujo ante que es lo que verdaderamente se encuentra un juego.

Algunos, podrán preguntarse entonces a quién votar, pues esa es una respuesta que la debe brindar el ciudadano en el cuarto oscuro, de acuerdo a lo que sienta, crea o le plazca.

 

 

 

 

 

 

 

 


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