El ganador de la Presidencial
Nuestro país, entro en tiempo de descuento para elegir a su próximo Presidente, en nuestra tierra en donde el hiperpresidencialismo es la forma de gobierno y en donde el caudillismo o el liderazgo concentrado es la caracterización cultural, debemos, tenemos la obligación de poner el acento cómo funciona el sistema del poder, el sistema de mando, con el que tendrá que lidiar, el que nos gobierne, provenga del partido o del espacio ideológico que provenga.
Ocurre que a menudo escuchamos en la confitería, en la peluquería, a la salida de las Iglesias, ni que decir en los pasillos de las oficinas gubernamentales, esos comentarios acerca del comportamiento o la actitud de tal o cual político. Por lo general son referencias negativas, que hablan acerca de un abuso de poder, del que antes no era nadie, y que una vez que llego, se olvidó de todos y todas, que cambio de auto, de mujer, de amigos, de celular, de costumbres. Entonces la culpa la tiene la política o en todo caso, el susodicho o susodicha. En verdad, ni uno ni lo otro, la política es el ejercicio cotidiano del poder, donde la dimensión temporal, incorpora la potencia, como un tiempo verbal más importante que el presente, el pasado, futuro o que el propio potencial. Para ser claros, quizá el próximo Presidente este en este momento leyendo este artículo, o tomando un café con alguien que ni siquiera sabe que este se dedica a la política, tal como en su momento irrumpieron, casi desde una nada Daniel Scioli o el propio Sergio Massa o Mauricio Macri, como para citar caprichosos ejemplos. O para ser más claro, quién se hubiera arriesgado a decir, en Mercedes en el año 1989, que ese tal Ricardo sería 3 veces gobernador de la provincia. Esa potencialidad le confiere a la política un orden de las cosas, que no la tiene ni la religión ni la filosofía. Porque en su ejercicio, ese que no era nadie, cuando ejerce el poder, hace sentir la fuerza del mismo, que repercute en todos y cada uno de los ciudadanos; todos hablamos de él, porque nos pertenece (dimensión de lo público y privado), y sí lo habíamos conocido antes, le vamos a reclamar que nos trate como si fuésemos conocidos de antaño, sin embargo, esa potencia ya se transformó en acto y por tanto, lo que queda es ese comentario del pasado, de lo que era, y que ahora no es, una suerte de lamento por no haber vislumbrado la potencialidad del que ahora es.
Pese a que intentamos hacerla fácil, nos encontramos con una nueva dificultad, debemos ser honestos, al menos intelectualmente, por más que, por ejemplo, supiéramos por un capricho celestial, quién indefectiblemente será el Presidente a partir del 10 de diciembre de 2015 y actuemos en consecuencia, es decir nos pongamos desde ahora, bajo su mando, su férula, le armemos los equipos políticos, le llevemos sus niños al colegio, le preparemos el café y todos los servicios que le queramos brindar, eso tampoco nos garantizará que cuando esa profecía se cumpla, y a quién hemos servido arribe al sitial de poder, cumpla con nuestras expectativas. No se trata de que el fulano sea un cagador o no nos cumpla, sucede lo que estamos desentrañando, la dinámica del poder, y sí no entendemos cómo funciona, y después de allí, como opera en la subjetividad del ser humano (sin entrar en lo imposible de los detalles y características de cada uno individualmente), siempre estaremos en la incorrecta vereda de no entender, de decir cosas que no son, esperar imposibles y de trabajar por una expectativa imposible.
Ahora se entiende porque se precisan los números, el camino de la certeza inexpugnable del que A gano a B, por tanto por ciento, claro que el error, en el que varios ya cayeron, es interpretar la realidad o tratar de diagnosticar el fenómeno político a través de solamente el frío número de una profecía, de un deseo o de una sensación.
Nosotros consideramos, que el concepto que debe desentrañar quién se alce con la Presidencia en el 2015, es el que resuelva la angustia de mando, frase conceptual que la tomamos de la filosofía política, mediante el catedrático Italiano contemporáneo, a quién se cita a continuación, para explicar esto mismo:
“Todo mando está constituido por dos elementos; un impulso y una espina. El impulso, “la energía motora” del mando, encierra la coacción del destinatario a ejecutar la orden, mientras la espina está destinada a permanecer en quien la cumple. La espina del mando introyectada acaba por agudizarse, transformando la natural resistencia inicial del subalterno en oposición y en abierta rebelión. Pero todo esto sucede solamente cuando el mando se ejerce sobre un solo individuo. En la masa, en cambio, el mando se expande horizontalmente e, incluso sí algunos empiezan a rebelarse, el movimiento se disipa de una manera fulmínea sin crear ninguna espina. No obstante la espina del mando no actúa solo sobre los dominados, sino también sobre quienes emiten las ordenes, transformándose en una “angustia de mando” que crece desmesuradamente cuanto más se asciende hacia los vértices del poder. No le quedan pues, al poderoso, sino dos caminos: librarse de la espina renunciando al poder o, como Schreber encerrarse en el delirio paranoico de suprimir a los otros para ser el único, el superviviente por antonomasia. O bien como solución más moderada y frecuente, pero no por ello normal, cultivar el deseo de servirse de los otros para convertirse en único con su ayuda… La lógica del poder parece estar constituida por dos polos; el impulso a la multiplicación y la obsesión paranoica de la supervivencia a cualquier precio.” (Contra el Poder, Giacomo Marramao).
Más allá de partidos, de expresiones ideológicas, de herencias, de estado del país, o incluyendo todo esto más todo lo que se pretenda agregar, quién logre resolver la “angustia de mando” que produce el ejercicio del poder, será nuestro Presidente en 2015, y esto es mucho más que una profecía, futurología, una expresión de deseo, o un comentario innecesario, lo vamos a ir demostrando a medida que el fenómeno se traduzca en realidad.
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