14 de septiembre de 2015

Política, marketing y la voz del pueblo.

Tal vez por exceso de solemnidad y lentitud inherente al paraíso burocrático en el que vivimos, nos desembarazamos del paso gigantesco de llevar a categorías fundamentales la liturgia panfletaria, como política de los micro-mundos. Si bien su intensión expresa es sumar votos o gestos se pierde un poco en no generar una amistad, una falsa identificación circunstancial tal como lo haría una marca de tabaco o bebidas para generar el acto semi-consciente de comprar. Comprar seria aquí el verdadero gesto político. Tengamos en cuenta lo mucho que las marcas destinan para afectar las conductas en los comercios de venta: distribución por tipos, armado de ¨ofertas¨, compra compulsiva, merchandising, etc. Por Ezequiel González.

Ya la omisión y el silencio de los cuadros políticos como interpretes de la sociedad presente-futura aparece con la misma lejanía arquitectónica de los shoppings, los centros comerciales con la diferencia ineludible que los primeros pretenden ese lazo social que permite la interacción, la construcción comunitaria. El poder factico de turno siempre se reservo el derecho de veto para todos aquellos discursos que no estén dentro de su pragmatismo presente. Es una forma de violencia que las subjetividades no ignoran; la de hacer pasar diplomacia por ineficiencia, desinterés cuando no por templanza. O gato por libre como diríamos en criollo.

En esta política de la ausencia selectiva y conformadora de estándares normativos encontramos una grieta de análisis contrastando el concepto amplio de consumidor que tienen los sujetos para sus marcas con respecto al de ciudadano para sus profesionales políticos. Dos conceptos que se coquetean cada vez que se crean coyunturas de intereses monumentales económicos o sociales. Recordemos el tan mentado ¨Que se vayan todos¨, como manifestación legitima y efectiva de una situación inaguantable desde el punto de vista social en la argentina.

¿Por qué la publicidad parece de una inmediatez mayor que la gestión política en nuestra aldea?

El matrimonio de la economía política con el marketing, y el constante vender soluciones a los micro mundos sin redefinir el macro, aparece como la estrategia de la casta política y además como síntoma de salto generacional en la utilización de los medios para despertar/influir la opinión publica. Un síntoma ya diagnosticado por Baudrillar como simulacro al intercambiar credibilidad por su contrario, y establecer legitimidad mediante micro-mayorías.

Empezamos a pisar las baldosas donde no solamente la política se ha hecho mera publicidad (recordemos la diferencia solo formal de propaganda y publicidad) sino también sabemos que la publicidad, de por sí, tremendamente política, o más bien biopolitica aplicada  confluye dentro de las estrategias de venta directa al público, ofreciendo como posibilidad supuestamente única e irrepetible. Más allá de tal o cual postura o impostura, es bastante fácil en estos días contemporáneos crear apocalipsis en el horizonte: una crisis venidera, una guerra preventiva, etc. No solo mencionar a la imagen como promesa, sino a la crítica de las formas de re-acreditar el contrato social.

Ahí donde se produce la grieta entre el movimiento totalizador de la construcción impolítica aparece a su ves como núcleo de compartimentación de los espacios sociales. Traigamos a cuento la creación del ágora, como espacio de debate y discusión, o la frontera artificial entre público y privado. Es aquí donde la acción de sujeto/cuerpo tiene vital importancia ya que es el límite de análisis para la lupa manométrica de la visión atomista.

En la arquitectura concreta para los cuerpos es donde se contrastan tales faltas, tales diagramas a definir, a construir. En nuestra aldea argentina replicamos a una escala menor la vieja sistemática de centro vs periferia, capital vs suburbio/campo. Un centro que siempre reclama para sí la supremacía cultural para solapar una verdadera redistribución de los espacios sociales, más concretos y efectivos. Una nueva configuración para incentivar el producto regional generando valor agregado, y a su vez creando nuevas afectividades un poco menos alienantes.

Quizás sería un gran paso como ciudadanos el tomarnos en serio la deconstrucción del gran centro que fue Europa para nosotros, y empezar a criticar nuestros centros. Alentar la des-identificación ciudadana con el nicho de mercado. No esperemos que los popes del branding nos escuchen más que nuestros cuadros políticos. En la renuncia de la voz que no habla se encuentran todas las tiranías. Así como define Michel Chion en el lenguaje audiovisual, la voz acus matica es una presencia no visible, audible, que el espectador busca asociar a una representación visual. Esa voz que podríamos trasponer a la de las subjetividades como manifestación latente de activar construcciones solidarias. Esto es la actualización necesaria del software político.

 


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