7 de septiembre de 2015

El virus que sustenta el poder de lo democrático.

“Creemos que nuestro presente se apoya sobre intenciones profundas, necesidades estables; pedimos a los historiadores que nos convenzan de ello. Pero el verdadero sentido histórico, reconoce que vivimos, sin referencias ni coordenadas originarias, en miríadas de sucesos perdidos…El gran juego de la historia es quién se amparará en las reglas, quién ocupará la plaza de aquellos que las utilizan, quién se disfrazará para pervertirlas, utilizarlas a contrapelo, y utilizarlas contra aquellos que las habían impuesto; quién introduciéndose en el complejo aparato, lo hará funcionar de tal modo que los dominadores se encontrarán dominados por sus propias reglas” (Foucault, M “El discurso del poder”, pág. 145)

Esto parece estar sucediendo en varios de los órdenes en los que nos vemos sorprendidos por la realidad. A nivel internacional, migrantes que se imponen en la fáctica más contundente de cruzar, cuál émulos bíblicos y próceres históricos, montañas y mares, a costa de la muerte de niños, mujeres, ancianos y enfermos, para simplemente tener la posibilidad de subsistir, pero en esa esperanza, casi espiritual, inercial del ser humano, en esa pulsión de vida instintiva, están logrando hacer carne aquel apotegma, Nietzscheano “de lo que no te mata, te fortalece” y más temprano que tarde, serán quiénes manden en los órdenes internacionales, es que nadie aún ha reparado, que ya lograron que las guerras que los azotan, en aquellos terrenos hostiles y lejanos de los que huyen, se disputen ahora en el centro de la comunidad económica europea, y eso, es un triunfo inusitado, un cambio de paradigma, que es sólo un comienzo. Lo venimos sosteniendo desde hace años, la democracia tal como la entendemos, será modificada, por estas generaciones de víctimas de la misma, a las que aún no le han resuelto ningún problema fundamental, tal como se la impusieron bajo promesa. La alborada de que los ricos se hagan cargo del problema de la pobreza, nunca ha sido una cuestión de lástima o de sensibilidad, es una cuestión neta y nata de poder, de poder real, de poder político, que empieza a evidenciarse intempestivamente, tras años de agazapamiento.

En nuestra aldea nacional, la presente elección presidencial, ribetes más o menos, y sin que nadie lo imaginara, empieza a tener como eje, su propia legitimidad, sea mediante el sistema electoral, el acto en sí mismo, o el ejercicio de la dádiva o la prebenda que rodea a lo que se termina deconstruyendo en un “circo electoral”. Lo hemos expresado en nuestro último libro ensayístico, nutrimos a la política contemporánea, de una nueva resignificacion de lo democrático como lo “incierto”, por intermedio del análisis de su columna vertebral; el voto. De aquí que el libro anterior, lleve como título “el voto compensatorio; redefinición del contrato social”; porque el cuestionamiento de lo democrático, de sus promesas y expectativas no cumplidas, necesita brindar, esa respuesta donde estuvo ausente, esa garantía que debió haber existido siempre en la firma de cesión de derechos de los ciudadanos para ser gobernados, de que ocurriría cuando ese estado, creado a partir de entrega de soberanía, no garantizará que todos tengan la posibilidad de comer. Falta que como si fuese poco, se agrava cuando, ese estado deudor, le exige a la marginalidad de su ciudadanía con la que no ha cumplido, que ratifique el contrato, mediante voto, y de allí que sus cancerberos (enviados por quiénes sí están en una posición de privilegio, los adinerados y los políticos) le entreguen, peculio, drogas o artefactos, como legitimización de la dádiva. Por esto, es que consideramos que la clave, para salir de la incertidumbre de lo democrático, no pasa por un programa de televisión, por una marcha o por un partido, pasa porque pensemos en el fondo de la cuestión, en este caso, nuestra propuesta, redefinir el voto, dotarlo del elemento compensatorio, para que valga más, númericamente, para los que menos han tenido producto de la falla o incumplimiento del contrato. En países centroamericanos en que se han llevado elecciones, o el ausentismo o los escándalos, no son más que réplicas de estas consideraciones, que insistimos no las encontrará tan fácilmente en los medios concentrados, tanto por el capital, como por el populismo, pues en ambos formatos, el virus de la “espectacularidad amistosa” les ha sido inoculado. Hablamos del fénomeno, de que esas cadenas construidas, por diferentes patronales, transitan senderos convergentes, que no asumen la profundidad del diagnóstico. Ejercen, con la fuerza de sus extensiones, análisis epiteliales, vacuos, en varios de los casos superfluos, conducidos por hombres menores, por atrofiados mentales, con la única virtud del oportunismo, de haber estado en el momento justo y en el lugar indicado, para ser genuflexos ante alguien. Esta enfermedad en grado de pandemia, atacó a todas y cada una de nuestras estructuras conocidas, por ende, muy difícilmente podamos encontrar respuestas valederas, ante quiénes no se preguntan por temor a pensar. La academia, como los circuitos culturales, también han pasado a ser un coto de caza, un terreno de disputa, entre aquellos mandaderos mencionados, que en estos campos de batalla, utilizan a otro tipo de soldaditos, con otras características, pero afectados por el mismo mal, de la mirada torcida, envilecida por el temor a ir más allá, de pensar en lo impensado, ingresar en el sótano de la condición humana, les da un pavor tan magnánimo, que ni siquiera se lo plantean, sólo se regodean con sus absurdas cucardas emitidas por esos centros nocivos de poder, en donde se estupidiza al ser, mediante estratagemas hábilmente diseñadas y de un inusitado poder de precisión e impacto.

En la marginalidad más extrema de esta agencia de noticias, de esta bitácora, que lleva casi en solitario el mensaje, cuál carta dentro de una botella arrojada a la inmensidad del mar, se nos dice que en esta ciudad en la que habitamos también seremos llamados a elegir concejales. Casi como si fuese una ironía del destino, el principio rector del ensayo, también le cabe el presente análisis.

Los hombres más poderosos de este arrabal sudamericano, como si fuesen doctorandos en Foucault, lo están “aplicando”. Interpusieron en la elección a candidatos (que es en verdad “la elección” pues después el ciudadano, no tiene más remedio que “optar”  ante lo que le proponen quiénes manejan los “aparatos electorales”, por sí alguna esperanza teníamos en que lo democrático se pudiera definir como la posibilidad de elegir, se nos destierra de esta manera tal principio a la luz engañoso) a concejal de las ciudades más populosos, a los soldaditos que ahora consideran que le serán más útiles ahora y con miras a dentro de dos años, cuando aquí se vuelva a definir el poder provincial. Entonces, esta jugada, es poco comprendida, por los propios socios de estos hombres poderosos, quiénes alegan abandono, falta de compromiso a ciertas lealtades,  y demás lloriqueos afrancesados (que incluyen supuestas internas, desplantes, perjurios) es que están siendo víctimas, de lo que ellos mismos, le dicen a quienes los apoyan por abajo (apoya en esta oportunidad que después te toca a vos, manejando con algo de billetera y mucho de expectativa a ejércitos de militantes pagos), a decir de Foucault, la cadena del poder, empieza a tener sentido desde el otro lado, la circularidad se hace evidente. Como también se lo dijimos, tampoco podrá encontrar en medios, un análisis de lo local de esta naturaleza, pues la mayoría, está infectado por el virus señalado, mal que hace estragos, pese a ser muy popular, y porque no tontamente edulcorado.

No somos elegidos, ni privilegiados, estamos condenados a no ser atacados por ese virus, todos los días salimos a su encuentro, le ponemos el cuerpo para estar contaminados, para vivir el domingo extasiados con el vino y el futbol, como pasatiempos lisonjeros de la vida, sin embargo y pese a no creer en fundamentos, en destinos, o en finalidades, tal vez, por algo estamos arrumbados en esta condición de decirle esto, tal vez, a usted le signifique algo, tal vez algo le genere; hágase cargo.

 *Por honestidad intelectual debemos referenciar que parte de la obra del sociólogo Jean Baudrillad, trata, incluso con el uso de la metáfora del virus, las intersecciones del poder y sus contradicciones, se decidió no extenderse en esto mismo al entender que los textos extensos y con sobreabundancias de citas, son interpretados como meras vanidades ociosas y fútiles por parte de quienes escriben.

 

 

 

 


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