6 de septiembre de 2015
La panza y el discurso.
Si algo deja afuera el sistema de valores multitudinario en el que vivimos, inmersos hasta el cuello, es la posibilidad de la no necesidad de tal sistema. Poder no retornar hacia el centro continuamente. Estos centros, a la manera pascaleana de estar en todos lados, aparecen como fuentes ineludibles en todas las vidas ¨vivibles¨. Advirtamos de una vez lo imaginario de esta distancia, hoy acortada por algo-ritmos electrónicos, y lo circunstancial de tamañas fronteras. Hacia ahí re-emigramos como pidiendo permiso: a fuentes literarias, mecas de trabajo y prosperidad, casa parental en busca de ayuda, valores conservadores a los que volvemos como fantasía tranquilizadora, en el sentido de suelo desde el cual saltar hacia futuros proyectos. Un suelo que re afirmamos en cada retorno pero que no es siempre el mismo. Toda una configuración de los mecanismos de auto-conservación dentro de los ritos consagrados de nuestra manada. La predica constante de ¨ir a lo seguro¨, a lo consagrado aun sin contemplar variaciones, y mutaciones en el camino. Por Ezequiel González.
Si nos atrevemos a pensar al presente como un espacio donde ubicar esta mutación, podríamos rápidamente tener un argumento contra aquellos impulsos reaccionarios. Se pretende en ese vaivén de incertidumbres conservar lo que se cree es importante. Luchamos para no perder cosas, que no solo no están en nuestro control sino además se encuentran inmersas en el fluir corrupto del tiempo. Nuestras pobrezas mutan con nosotros. En este quehacer historicista de la propia vida se abre la brecha no solo a la invención auto-biográfica sino además a analizar microscópicamente las fuerzas que articulan brindan el cambio.
Sacando el telón teológico del mercado y la mercadotecnia, y porque hay quioscos en casi todas las paradas de colectivo, aparecen las visiones metamorfoseadas de las decisiones políticas dentro del plano personal. Todo ya demasiado nano-pequeño para esbozar una fundamentación u otra, y sirve mas para agregar una justificación del presente (recapitulación de errores y aciertos) que permitir una auditoria sobre la posesión explicita de aquellas decisiones. ¿Podemos ver a partir de un esfuerzo titánico que no somos totalmente poseedores de una decisión plena sobre el presente? No nos referimos aquí a un gusto de helado o cualquier otra cosa sino a su equivalente político en el sentido antes mencionado de criticar lo ¨vivible¨ de nuestras vidas en una comunidad, dentro de territorios determinados de la misma manera arbitraria.
Exceptuando al suicidio e incorporando ¨el llamado¨ al grupo para establecer lazos que permitan la circulación de comida-capital-cuando los ámbitos no están plagados de demagogia- asiste a nuestros pies y oídos (no olvidemos la concepción en 3D del imperio de las imágenes) el vacio que es la fisura evidente de las formas m-oralizadas. Coartadas repetidas, apelan a aquellos buenos valores que garantizan la existencia y esquivar la intemperie con respecto al otro imperio, aun mas desconocido, que es el collage espacio sensorial que proyectan nuestros sentidos. ¿No es el verdadero impulso adictivo que recrea nuestro aparato cerebral?
El salto plenamente político que da nuestro cuerpo -podría ser específicamente nuestra mente como nuestros estómagos- para subsanar ese accidente geográfico de todas las representaciones posibles, pensadas desde un punto de vista de liberta intrínseca, ya genera esta multiplicidad de oferta droga-afectiva presente como dispositivo de venta de caminos posibles. Esto no es un dato menor teniendo en cuenta la coyuntura que vivimos actualmente acerca de crear nuevas afecciones y afectaciones social-comunitarias para conformar espacios compartidos de construcción frente a una variedad inabarcable. Codificadas casi siempre como la más primaria de las representaciones: la búsqueda de dinero, olvidando en esta ecuación simple la igualdad creada de tiempo igual movimiento igual fuerza, es decir, intercambio.
En esta ecuación tan simple como efectiva es posible re-escribir lo prefabricado de las estructuras con la que nos interrogamos acerca de nuestros gustos más íntimos. Siempre se lanza desde la crítica, en su sentido positivo de proponer, un ¨mas allá de eso¨, una visión de fractura para señalar el límite de toda concepción semi universal, ó para decirlo en otras palabras ¿cómo implicarse en una comunidad que sea a mi gusto, mas allá de la prostitución forzada de los cuerpos a cambio de alimento y refugio?
Quizás bastaría decir que los gustos no solo no son eternos sino también que ya son prefabricados, con lo cual lo personal implicado en esta construcción sea la propia reflexión de no poseer nada, en cuyo caso el impulso de conservación declina por un ejercicio de interpelación feroz a las formas institucionales tanto consagradas e inmaculadas.
El primero de los templos a destruir-descubrir es nuestro cuerpo como arma letal para parir nuevas concepciones. Aceptando su corrupción hasta ahora inevitable, pese a las cirugías plásticas, como tiempo irremediable de nuestra alma, o mejor dicho de nuestro estomago. Por más que todas las distancias se acorten, la tierra a nuestros pies es el supermercado más directo y el mausoleo más eficiente. En el centro, el acto de comprar es el gusto artificial, el artificial-real gesto político. Revelemos nuestros cuerpos, dudemos de lo artificial de nuestras biografías, dudemos de lo artificial de nuestras más profundas verdades, de nuestras casillas prefabricadas llamadas opciones de vida. Lo insoportable para cualquier sistema de control es no saber reamente quienes somos, de ahí los millones de millones en publicidad y campañas políticas ¿ A qué pueblos se refiere ¨el pueblo¨?¿Que trabajadores son ¨los trabajadores¨?
¿Que son lo que queda afuera de estas categorías? ¿Quiénes somos en este efímero gallinero? No contestemos ya con nuestra billetera o nuestros sueños demasiados plastificados, y pongámonos un micrófono en la panza. Y descubramos que su canto presente es la falta de seguridad alimenticia de cualquier tipo que nosotros, si nosotros, hemos olvidado de suplir. La otra inseguridad aparece, frente a esta, solo una muestra de cambiar causas por consecuencias
Desde hace algunos años las mentes más comprometidas han instrumentalizado la abstinencia de la mente, su anorexia, su alimentación selectiva para acallar el lamento de las panzas. Un olvido mas en el reino de los fines, y la mecánica de los beneficios irrenunciables en las feudo periferias.
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