1 de septiembre de 2015

El sueño

Un día lluvioso sobre la ciudad, me hacía recordar la tempestad de Shakespeare, parecía el cielo se había abierto sobre Corrientes, y con tanta agua se borraban los límites del mismo con la tierra. Yo esperaba el colectivo 101, el que siempre tomo a la mañana temprano para ir a mi trabajo. El mismo llegó vacío hasta la parada, y en la misma descubro, de espaldas, a alguien que esperaba el mismo colectivo bajo la lluvia torrencial. Cuando se da vuelta para hablarme, confirmo el presentimiento que tenía sobre quien era. Emil Cioran, me miró y preguntó si iba en el mismo colectivo. Subió, luego subí y pagué el boleto. Dudé un tiempo en acercarme a él, pero me dije que no tendría otra oportunidad. Me acerqué, lo saludo, él me contesta amablemente, pero serio. En mi osadía le pregunto si puedo sentarme a su lado, asiente, y me dice que va a la casa de Jorge Luis Borges, y que yo no olvide que debíamos bajarnos en Charcas. Le contesto amablemente, que yo también me dirigía hacia la casa del mismo. Por el Prof. Walter Olvano Feü.

Con relámpagos y agua a cántaros, el colectivo 101 se dirigía hasta la calle Charcas. Yo pensaba que había sacado el boleto solo para Corrientes, ¿Cómo pagaría el viaje a Bs. As?. Pero no dudaba, Cioran estaba a mi lado, no iba a bajarme. Cioran estaba invitado a la casa de Borges, yo no, pero esperaba conseguir del maestro Borges, simplemente un saludo. De traje impecable, impermeable y paraguas negro, a la salida de Corrientes, sube un amigo al colectivo, Bruno Luccietti. Solo nos saludó a ambos y fue a sentarse solo al fondo del mismo. Deduje que él sí estaría invitado a la casa de Borges. Lo cual me produjo envidia.

Quería preguntarle tantas cosas a Cioran, pero no me animaba. Él me habló, y me dijo: “No existe la lluvia”. Entonces le dije: “Maestro, ¿nada existe?”. Él amablemente me respondió: “Borges sabe eso”. Yo no me atrevía a decirle más nada. Me siguió hablando, me preguntó si estudiaba filosofía, pero no esperaba mis respuestas. Aunque yo sentía que me comprendía hasta el alma. Me sentía inquieto, estaba al lado de Cioran, y nos esperaba Borges, y no sabía muy bien que debía decir. Cioran hablaba, se refería a los escritos de Borges, yo no quería opinar, no me animaba. Estaba perplejo, y sabía que la filosofía es una guía para espíritus perplejos. Cioran me hablaba de los viajes de Borges.

Llegamos, Cioran bajó primero, lo seguí. Bruno bajó, pero seguía sin acompañarnos. En la puerta de la casa estaba Borges, lo esperaba a Cioran. Me pareció sonreía. Yo sentí que debía volver al colectivo, ¿Qué iba a decir con los dos maestros?. Pero mi ansiedad era más fuerte. Me enteré que era un Congreso sobre animales fabulosos, solo para algunos invitados. Cioran tuvo la amabilidad de presentarme a Borges. (Yo dudaba, lo hice en todo el viaje, si en realidad no había viajado con Borges, pero yo lo conocía físicamente a Cioran, y estaba seguro que era él, solo tal vez quien subió después al colectivo no era Bruno, sino Borges). Me invitaron a pasar. Seguía sin atreverme a decir nada, sabía que no estaba invitado. Borges permaneció de pie en el salón de la conferencia, una gran sala estilo barroco, donde había retratos de animales fabulosos, se escuchaba su palabra, yo veía a Cioran sentado primero, delante de todos, escuchándolo. Lo único que recuerdo que dijo Borges, mirando a Cioran es: “La alegría de recibirte, empaña la gravedad del tema al cual voy a referirme”. Y a continuación: “La vida nos sucede mientras viajamos”


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