1 de septiembre de 2015

Los límites de legitimidad

Lo que debemos abolir es el trabajo. Esta debería ser una meta ética a proponer. Los resquicios que atraviesan las formas comunitarias de nuestras sociedad en el ínterin de esta comedia presente, toma ribetes conservadores en cuanto a mantener las escalas iniciales como patrones eternos, plenamente morales. Por Ezequiel González.

No se pretende tirar por la borda ciertas formas validas sino plantear la falsedad de su plenitud. Cualquier imagen es solo un bosquejo y un intermediario entre lo presente y lo anhelado. Pero también es la realidad. ¿Aunque de que sirve aceptar y santificar imágenes representativas en todos los niveles como bandera cuando lo necesario nos inclina por los cuerpos?. En base a esta rápida visión se plantea la utilidad a corto plazo de estándares que poseen fecha de vencimiento, ¿para qué nos sirve instrumentar las cantidades de la miseria? Cuando podríamos inmediatamente dedicarnos a los cuerpos, detectamos aquí una tradicional fe en las representaciones tantas veces declaradas en crisis. Propongamos la de-sincronía de las periferias con respecto de los centros, pensemos desde la periferia para la periferia. Sabemos detectar los signos de la periferia quienes vivimos en ella, descubriendo la interferencia que producen en nuestros ojos, demasiado maquilados por los tótems céntricos. No nos refiramos solo al barro, sino también al movimiento, a los gestos concretos para comunicarnos entre nosotros con nosotros. Tratemos de olvidar por varios momentos lo universal de todas las famas, de todas las representaciones, de todas las publicidades, miremos por encima de la medianera ¿Qué vemos?

En esa gran lejanía del gran otro publico mediado por el estado-padre, podemos identificar a cada instante la intromisión de lo público en lo privado en forma de inseguridad, es como si la imagen no correspondiera al modelo. Tiremos por la borda esta división harto investigada, verdaderamente necesitamos el ejercicio de mostrar las fronteras formales como lo que son: líneas imaginarias para diferenciar un rebaño de otro. Este a su vez obligado a interactuar con un exterior del que depende para alimentarse, si desea vivir. Así aparece esta gran frontera metafísica, el mundo del trabajo. La más refinada de las maquinarias humanas, la supra-humanizada, maquina creadora de sujetos. Aquí aparece a reproducción de la naturaleza ciega en la selección de los sujetos que la alimentaran, medianamente equilibrada por estado-padre para sostener la sensación de control y que no parezca una estafa. El azar re-atrapado en las dulces telarañas de un mundo objetivizado.

En el circuito que ocupamos nos sabemos cerca de un montón de alimento capaz de rellenar miles de millones de estómagos, mito argentino por excelencia, y aun así no hacemos nada. Ya el justo azar restituirá a cada quien lo que corresponde .He aquí que se presenta la dimensión representativa de la política como pacto para la mejor distribución por medio de la violencia ultra-controlada. Sin lograr ni por cerca este punto, la sociedad en su seno reproduce con leves variaciones este impulso primario. Las diferentes disposiciones físicas permiten la diferencia en las corrientes de producción de fuerzas, de gustos, de intercambio de saberes. ¿Cómo proponer lógicas nuevas desde los cuerpos y sus necesidades, sin despertar a la bestia conservadora del impulso inicial?

Es decir, ¿cómo explosionar las formas democráticas atendiendo a necesidades regionales evitando la violencia del impulso conservador que garantiza la seguridad implícita de ciertas castas detentoras de poder?

Frente a lo publicitado esta lo que vemos, siendo lo que vemos pre-formateado por los saberes parte de ese impulso legitimador pero (esto no es un dato menor) mas allá del miedo generado por las visiones más violentas podríamos esgrimir a esa violencia como un recuerdo de la interdependencia de los cuerpos con respecto al circuito continuo de síntesis de comida para sobrevivir. La comida, antes de separarse como elemento de lujo en nuestra sociedad, representa ferozmente nuestro lazo primario en la cohesión social y el mito fundacional de la relación con el gran otro portador de nuestras proyecciones en el sistema de control .De ahí un poco lo sublime del alimento como restitución al circuito de la naturaleza, fuerza primaria de la cual- inmediatamente-queremos despegarnos. Es, además, en este fundido, en esta no-división donde encontramos una teoría de los cuerpos, en definitiva sintetizamos cuerpos alimenticios, interactuamos con ellos. El límite no es muy claro y podríamos aventurar un paralelismo con la cuestión social. ¿Cuáles pueden ser nuevas formas de interactuar con el cuerpo social sin privilegiar determinados cuerpos? ¿Cómo re-distribuir una dieta equitativamente? Y lo más importante ¿Cómo legitimar nuevas formas de interacción sabiendo lo enquistado de viejas formas que dominan el mecanismo? ¿No es hora de empezar a pensar que el paradigma bio-politico nos permite actuar a un costo de criminalidad?

Hoy sabemos que en su tiempo lo que hizo caer a María Antonieta de su sueño delicioso fue el deseo del cuerpo popular por una simple hogaza de pan. Porque profanar viejas teocracias atrofiadas de límites imaginarios siempre fue una intromisión violenta de lo público en lo sacro-privado.

Puede ser que nos sea ilegal proponer la renuncia de los beneficios seudo-divinos de los habitantes de todos los centros. Desde su óptica solo somos bandidos que no se contentan con migajas ni con el placer de verlos regodearse, pero en sus narices nosotros nos hemos creados con las sobras de sus excesos.


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Gisela
La carencia de arquetipos nos impide conquistar el deseo, mientras que el que ha conquistado a olvidado que su posición de conquistador debe ser trascendida para convertirse en consciencia.
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