30 de agosto de 2015

El cazador de fantasía, la oscura perversidad.

Interesante es para conocer la realidad, sus vicisitudes y por qué continúan estando de igual forma o estado desde la primera vez que se conocen, utilizar fábulas para llevar adelante esa empresa no es mala idea a los fines pedagógicos. Todo indica que los responsables que llegan a esa calidad por el voto popular hoy día bastante puesto en el tapete, son meros relatores de la realidad en abstracción, pues le cuesta sobre manera intervenir en los estados o simplemente no quieren o no les interesa. Por Carlos A. Coria García.

En ese sentido la fábula de Esopo “El cazador flojo y el leñador” corre el velo de oscuridad que encierra a las problemáticas constantes de ciudadanos sobro tdo en zonas del territorio donde la idiosincrasia es bastante particular y cómo actúan los que deberían de alguna manera, poner coto a esas situaciones asfixiantes.

La fábula dice así:

Un cazador que buscaba los rastros de un león, le pregunta a un leñador si ha visto huellas del león, si sabe dónde tiene su guarida.

-Pues de inmediato te mostrare al león en persona, le responde el leñador.

Entonces el cazador palidece de miedo y con castañeteo de dientes le dice:

-Busco sólo las huellas, no al león mismo.

Consideremos al cazador como si fueran los funcionarios públicos que salen a la caza de los problemas que atormentan a los ciudadanos, pero resulta que este cazador solo busca el problema no la solución, como si fuera una búsqueda de fantasía.

El leñador que es la comunidad, para él todo es simple, hay leones y él sabe donde están por si alguien, como el cazador, quiere verlos, conoce donde están los inconvenientes pues convive día a día con ellos y está en condiciones de llevarlo hasta ellos al cazador para que les ponga fin.

El cazador tiene una metodología de caza bastante sospechosa pues conoce en precisión donde están los problemas pero se limita a describirlos en los medios de comunicación, solo quiere verlos, pero nunca les da solución, hay territorios del país que conviven con el león hace mínimamente 30 años ininterrumpidos pero los cazadores que pasaron y están hoy solo siguen sus huellas, ninguno enfrenta al león, ninguno quiere cazar.

Así llegamos a entender que muchas veces o en la mayoría de los casos es preciso mantener al león vivo, el comportamiento del cazador es ambiguo, cree y no cree, busca y no busca, saber y no sabe, hasta su miedo se presenta ambiguo.

El clientelismo político, las dádivas, el aprisionamiento de hombres y mujeres en la administración pública, el apriete, las practicas pseudo-feudales que están a flor de piel como si nunca hubiesen desaparecido, el señorío sobre las voluntades de los que apenas poseen el aire para vivir, el engaño y las mentiras constantes entre otras cosas son el león, que los cazadores no quieren cazar, pues les permite seguir siendo los cazadores y se limitan a las huellas sin llegar al objetivo que dilata más y más su permanencia en la arena política de lo público, en una suerte de eternidad a propósito con la ilusoria línea discursiva de la eterna caza de un león que es mas amigo o cómplice que trofeo de caza.

A esta altura del desprecio no queda otra que el leñador se convierta en cazador corriendo a un lado, lo más lejos posible al cazador ambiguo y perverso, que no quiere cazar a su propia creación, obra maestra de la politiquería que degrada todo a su paso.

 

 


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