No existen hechos, solo interpretaciones; Acerca del “Poronguismo”
Una de las características peculiares del modelo imperante, de construcción y manejo político, es que, no expulsa ni tritura a quiénes han accedido al sistema, por más que circunstancialmente caigan en “desgracias” u olvidos momentáneos, hemos tenido gobernantes expulsados que retornaron mediante voto, otros presos que también regresaron por la misma vía, quiénes habíamos pensado que se jubilaron y sin embargo retornaron, y en definitiva, si se hiciera el listado de todos aquellos que ocuparon funciones o espacios de representación, del `83 a esta parte, veríamos, asombrosamente, como se repiten algoritmos, o mejor dicho nombres o patrones, pero no patrones de estadísticos o de probabilística sino patrones en el sentido lato y brutal del término.
Esta regla fundante de nuestro democrático sistema, viene en maridaje con otra, tan substancial y determinante como la descripta. Trátese del metodológico principio de como arribar, llegar o pertenecer al mundo, al espacio del poder. El sistema no permite, no tolera, no acepta, que se ingrese al selecto grupo, mediante acrobacias políticas, sociales o caminos que no estén debidamente aceptados, prefigurados o predeterminados. Debe ser uno de los pocos espacios, en donde incluso, el azar no tiene nada que hacer.
El sendero, la huella, la perspectiva a transitar, es una sola, y necesariamente está vinculada, mediante una soldadura de argón, al llegar de la mano de un poderoso, tutelado por alguien que forme parte del selecto grupo, que mediante muerte o traspaso/abdicación/aceptación de credenciales, le da el visto bueno al interesado, que como mínimo, debió haber transitado un considerable tiempo bajo su ala, o tras sus sombras, como para tener el derecho, además del natural, de querer pertenecer.
En este punto, debemos hacer un paréntesis, para que ciertos amigos, tenedores de sellos políticos inexistentes, que les hacen el caldo gordo a los popes legitimándolos en el supuesto momento sagrado y democrático del voto, puedan tratar de entender de qué se trata.
Nunca serán concejales, o diputados, menos intendentes, por las suyas, por sus partiditos carachentos, conformados mediante el copiar y pegar de una o dos cartas orgánicas y del truchado sistemático de firmas, a los más que pueden aspirar, es a la adquisición de bolsas de mercadería, de algunos mangos las semanas previas, y de cargos de portero de escuela o de administrativo en alguna dependencia, si es que hacen un buen acuerdo político, y le aciertan con el ganador de la elección.
Alguno podrá decir, pero fulatino entro, por su sellito como legislador, y por supuesto que existen casos así, pero estamos haciendo o al menos intentado, un análisis del `83 a esta parte, y sí ponemos todos los partiditos, creados ad hoc, y todos los que “coronaron” la proporción es inexistente. Y ese número, bajo, ínfimo, casi excepcional, se explica por esta lógica que estamos describiendo, no porque un iluminado escriba o imagine, donde el sistema autoriza, mediante la aprobación de la metodología de entrar tras el ala, la pollera o el pantalón de un pope, de un consagrado, de uno/a, que ya este adentro.
Lo más grave o mejor dicho, lo más perfecto del sistema, es que cuando estos pichones ingresan a la cocina del poder, no sólo que son sus principales defensores (imagínense la cantidad de agachadas y de indignidades, que tuvieron que tolerar o aguantarse) sino que siempre van un grado más, un ajuste más de tuerca, una vueltita por las dudas, y todo lo que hagan, sea bueno, malo, regular o peor, siempre tendrá como resultado que incrementarán el poder. De allí que las disputas políticas no tienen asidero argumental, ideológico o de propuestas, de allí que toda pretensión de hacerlos enfrentar mediante plataformas de gobierno, de que debatan y expongan sus proyectos a la comunidad es una soberana pelotudez que sostenemos algunos para seguir haciéndonos los boludos y por ende cómplices del sistema.
Esto explica lo que usted, exclama, cuando escucha lee, o mira, que otra vez, fulano es legislador, o fue designado como parte de un gabinete, esta es la radiografía que señala a las claras como funciona nuestro sistema político, del que en verdad, estamos mucho más orgullosos y complacidos de lo que expresamos en los medios de comunicación.
Mejor dicho, cuando ciertos alcahuetes del poder, encienden las alarmas de sus patrones, para que se dejen de decir ciertas cosas, estos saben por dónde entrarle a los que hablan, dando a entender que más que una hablada es una solicitud, rayana con la extorsión, una actividad aceptada también, y muy, por el sistema político imperante.
Claro que no todos escribimos para eso o solo por eso, algunos también lo hacemos por lo siguiente que alecciona el filósofo alemán citado.
“La escritura, y la literatura en cuanto que participa de ella, es la comprensibilidad del espíritu más volcada hacia lo extraño. No hay nada que sea una huella tan pura del espíritu como la escritura, y nada esta tan absolutamente referido al espíritu comprometedor como ella. En su desciframiento e interpretación ocurre un milagro: la transformación de algo extraño y muerto en un ser absolutamente familiar y coetáneo. Ningún otro género de tradición que nos llegue del pasado se parece a éste. Las reliquias de una vida pasada, los restos de edificios, instrumentos, el contenido de los enterramientos, han sufrido la erosión de los vendavales del tiempo que han pasado por ellos; en cambio la tradición escrita, desde el momento en que se descifra y se lee, es tan espíritu puro que nos habla como si fuera actual. Por eso la capacidad de lectura, que es la de entenderse con lo escrito, es como un arte secreto, como un hechizo que nos ata y nos suelta. En él aparecen cancelados el espacio y el tiempo. El que sabe leer lo transmitido por escrito atestigua y realiza la pura actualidad del pasado” (Hans Gadamer).
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