28 de junio de 2015

¿Ensoñación o pesadilla? electoral

Los candidatos hasta el domingo de la votación bailarán narcotizados esos jingles de campaña que saturan el centro, la costanera y las radios, en ese paroxismo, animalesco, suplen expectativa por certeza, y por más que sepan (en su gran mayoría) que no le darán los votos (pues todos los que están habilitados para votar no están libres de condicionamientos barbáricos) para transformar potencia en acto, se sientan en las bancas, gastan a cuenta de las jugosas dietas, eyaculan palabras en los medios de comunicación, se pavonean con las jóvenes que se contratan para esgrimir militancia, algunos, muy pocos, con cierto vuelo romántico, se podrán detener a pensar, que algo harán por la comunidad o la provincia, porque los apoya la mujer porque sacaban buenas notas en el colegio y demás nimiedades vanas. El estado onírico, preelectoral, es responsabilidad también de las segundas líneas y en definitiva, todos o casi todos, somos parte de lo que para algunos es un sueño y para otros una pesadilla, pero mientras tanto la realidad, permanece oculta en otro lado.

A nadie le escapa, que por las calles transitan ejércitos de hombres y mujeres, doblando boletas, armando planillas de movilización, terminando de adquirir los productos que irán en las bolsitas de mercadería, mandando mensajes para confirmar fiscales, en ritmo frenético e hiperkinético, no tanto por gusto sino más bien por necesidad, saben que la ensoñación electoral, mueve expedientes, apronta la billetera de quiénes manejan el poder y quieren seguir haciéndolo. En el presente plazo no existe burocracia o un no, es una situación eidética, irreal, todo sirve y se paga al contado furioso y rabioso, casi sin necesidad de factura. Ver sí no el último cronograma de pagos, en donde hasta publicitariamente se exalta una de las obligaciones principales del estado, nos construyen autovías, viviendas (bueno, en la Ciudad Capital, el movimiento que se está generando en “Santa Catalina”, también publicitariamente lo venden como si fuese una realidad concluida, poco más que la refundación de la ciudad…) y a muy pocos, y caracterizados, se le ocurre rescatar  aquella pregunta que proviene de la sabiduría ancestral “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.

El ladero, segunda línea, quintacolumna, asesor o como se lo quiera llamar, mete a la mujer (si es que ya no la metió), a la cuñada, a los amigos del barrio, asume, al fin, mayor manejo de recursos y de resoluciones (imitando a su jefe o capanga, en forma y concepto) es por transitoria temporalidad, un poderoso por ósmosis, se redime de años incontables de sometimiento y genuflexión, replicando lo que padeció en los que contrata en esta temporalidad para que sostengan la bandera del jefe, para que repartan la boleta donde el poderoso de verdad continúa con su nombre en tamaño catástrofe, pero la ensoñación narcótica no le deja ver esto.

Tampoco quiénes, ven la posibilidad, de meterse en política, como el fulano, el vecino de la casa linda, que no trabaja, o trabaja poco, porque esta con el senador o diputado, pueden apartar la vista de esta escultural y seductora propuesta que nos adormece, lánguidamente, como si estuviésemos presa de un embrujo, del pesado dormir sin sueño, del que no queremos levantarnos más que para, tener sí ciertas imágenes de un estado idílico o paradisíaco, que no son más que las boletas impresas sobre papel diario que nos convocan e invitan a la jornada dionisíaca y de excesos, llamada elección.

Esa convocatoria, es como la vulva, húmeda, dispuesta, abierta de par en par, que clama por ser penetrada, para consumir el miembro, fagocitarlo, consumirlo, para escupirlo y volverlo a consumir.

El estado de ensoñación o lo idílico que persigue el que consume sustancias alucinógenas, es la compensación de nuestra vida exterior (como explican los psicólogos), por tanto, no es difícil concluir que mientras más intensa y prolongada es la etapa de ensoñación electoral, más difícil e intolerable es nuestra vida real del día a día.

“En verdad, muchos hombres y mujeres llega a la mediana edad sin alcanzar la madurez psicológica, y por tanto, es necesario ayudarlos en las fases despreciadas de su desarrollo, pero también es verdad que una persona joven puede encontrar graves problemas en su desarrollo, si una persona joven le teme a la vida y encuentra difícil ajustarla a la realidad, puede preferir refugiarse en sus fantasías o permanecer como un niño…La gente que confía totalmente en su pensamiento racional y desecha o reprime toda manifestación de su vida psíquica, con frecuencia, tiene inclinación, casi inexplicable, hacia la superstición. Escucha los oráculos y las profecías y puede ser fácilmente embaucada o influida por magos y prestidigitadores. Y como los sueños compensan nuestra vida exterior, la importancia que esa gente da a su intelecto está contrapesada por los sueños en los que se encuentra con lo irracional y no puede librarse de ello”. ( Jolande Jacobi)

 


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