Una elección afectada por el desinterés y el desconocimiento
Lo que conocemos como estructura social, es más bien un sistema, anatematizado de la subjetividad, es decir vivimos para él, estamos alienados ante el mismo, somos un engranaje, el número necesario de la estadística, nada es tan complejo de comprender, es como cuando el virus en el software de la máquina irrumpe, o en nuestros cuerpos, no tiene tratamiento, ni causa, origen, mucho menos razón de ser, sucede, como la vida y la muerte, se lleva puesto el sistema, por más que este se regenere rápidamente, la acción virósica es el último vestigio de las pretensiones libertarias.
Necesariamente debemos darle, al menos en este apartado, razón a los estructuralistas, todo es un sistema, o que ha sido diseño, en verdad que lo hemos diseñado, como para no ser, para guarecernos de la aventura de vivir sin bastones simbólicos, ni paraguas que nos dejen, supuestamente indefensos, cuando en verdad son los techos que ponen límites a nuestros vuelos, necesariamente limitados y limitantes.
El hospital, donde se nace y se muere, luego el jardín, el colegio, la facultad, el trabajo o fábrica, y como descanso la televisión.
En caso de no ser beneficiado por ese “sistema” caemos en la cárcel, el psiquiátrico, el refugio, finalmente y para todos el cementerio.
Sistemas donde reinan, un conjunto de reglas, en donde se desarrollan juegos de poder, relaciones, en donde supuestamente interactuamos desde nuestra individualidad, pero en verdad no, sólo actuamos como marionetas, de ese gran sistema que habla, desde nuestra supuesta libertad.
Los virus o la acción virósica no tienen, como las acciones del sistema, una lógica que responda a los mismos, es decir no tienen un mismo “patrón” un virus, es en verdad y en términos sociales un tipo que piensa, un tipo de mente abierta en una sociedad conservadora, un político que pretende construir desde el llano y con convicción, un tipo que pone sus condiciones, se juega por ellas y hasta incluso muere, el virus no depende de resultados, no va por resultados, puede generar un resfrío, un borrado en un computadora, un poema en una cárcel, o la muerte como se la generó a Foucault, pero nada más alarmante que no ser parte del sistema, poder salirse de él, no nacer para vivir determinado y actuando un papel, como una marioneta, sin alma, sin sangre, sin odios ni alegrías, sin hidalguías ni miedos, se necesitan más virus, bienvenidos sean.
El desinterés puede ser síntoma de una duda, de un poner entre paréntesis la realidad para dimensionarla, apreciarla en su tiempo y momento justo (de aquí que los consultores o analistas expresen que muchos ciudadanos deciden su voto 72 horas antes de la elección) y la responsabilidad del político, que lamentablemente siempre está más atento a lo urgente que a lo importante (de lo contrario la relación de cantidad de asesores, 10 a 1como ha sido y es, entre periodistas, comunicadores o marketineros, con pensadores, filósofos o intelectuales, sería justamente al revés) tendría que cuestionarse más sí el ejercicio democrático, acaso, no debe ser profundizado.
Un ejemplo, ¿no vendría bien, para dotar de mayor ciudadanía a la población, que se plantee para 2016 un plebiscito vinculante, para determinar si el correntino pretende o no reformar su constitución provincial?
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