19 de mayo de 2015

Somos casi todos los mismos (el otro ni siquiera es una imagen)

¿Que impulsa, a un correntino de clase alta o en verdad perteneciente a esas esferas dirigenciales o de poder, que habita en la cocina donde se cuece todo lo económico, lo político y lo social, sin siquiera detenerse a mirar por sobre el hombre, o con soberbia, a un comprovinciano suyo que vive en un barrio bajo, o que pretende ser parte de lo que no es, dado que ni siquiera considera un par humano como para sobrarlo?. El otro y el poder en nuestros tiempos actuales, en donde casi todos, somos casi siempre los mismos, dirigentes, candidatos, segundas líneas, terceras, cuartas, comunicadores, sicarios de la comunicación, escribas, escribas con calidad de literatos. Mientras que esa vacuidad de la gente, el electorado, el pueblo, no deja de ser siempre hablado, pensado, deseado por nosotros, los mismos, que no somos no un millón, ni cien mil, ni diez mil, seguramente mil, y sí a usted le llegó esto, es porque es parte de esto.

La construcción del otro, por la diferencia, se constituye básicamente con el supuesto Darwiniano de evolución, que parte desde una construcción teórica – biológica que ampara un progreso del ser en cuanto tal, evidente en la constitución evolutiva del mono al hombre. Este sistema aplicado por Morgan y Taylor en las definiciones antropológicas, considera una condición social determinada, como receptora de atributos que sobresalen de las demás expresiones de cultura y de esta manera se encuentran diferentes manifestaciones graduadas de sociedades.

 

Podemos observar que el interés solo se condiciona a una idea ilimitada de progreso o evolución o lo que es lo mismo, a no determinar un telos a la condición u objeto de estudio antropológico, con el argumento de no poder anticipar los progresos debidos a los decretos azarosos de la genética (campo de discusión para la bio-ontología) los principios de esta corriente no definen una particular finalidad de lo mismo con respecto a su otro (la diferencia que actuaría como condicionante necesario) si no que solo se limitan a resguardarse  en una diversidad histórica (en los aconteceres sociales que hacen a la diferencia) que no deja de ser una mismidad, en cuanto a la realidad del sujeto, en cuanto tal (sostenemos esta aseveración parapetados en los magníficos desarrollos Aristotélicos del sujeto y su acción presentes en sus obras titulas Metafísica y Física).

 

El otro por la diversidad latente en Malinowski y en Lévi-Strauss avanzan en un camino crítico de la anterior postura. El primero funda sus construcciones en la diversidad dada por la necesidad. Esta cuestión es interesante, ya que se aparta de una idea de reglamentación axiológica para centrar sus presupuestos en diferentes ideas de otredad. El gran inconveniente que encontramos, es que esta corriente, cuenta con la innovación en la observación participante solo considera al género como una agrupación tendiente a satisfacer sus naturales necesidades fisiológicas. Es decir que comparando  al género supremo o poseedor de razón con su inferior o carente de raciocinio, no existiría diferencia alguna. Por tales motivos es imposible situar para nosotros esta perspectiva como satisfactoria o valedera para tratar de buscarle una solución a nuestro conflicto.

 

 

Lévi –Strauss al plantear la unidad Psicobiológica del hombre, traslada todo su análisis en ciertas comparaciones, que delimitan la diversidad en cuanto a la particularización de cada cultura. El principio universal de prohibición del incesto toma a cada manifestación cultural como una naturaleza única y a la vez múltiple ya que el Belga se concentra en análisis sociológicos para nominalizar las diferencias. 

 

 

 

De esta manera centra su atención en las manifestaciones que hacen al ser social. Luego veremos el problema de este sistema, una vez explayada nuestra observación.

 

Los Neomarxistas construyen al otro por la desigualdad.  Amparándose en las distinciones Marxistas que parten desde las consideraciones políticas en cuanto a las clases sociales como reacción de un estado social particular. De esta manera nos encontramos ante un análisis que presenta un fin, el de la disputa o la adecuación exacta de un sector social a una determinada circunstancia histórica. Observamos con cierto interés esta construcción ,pero su base Hegeliana, dentro de un marco social no filosófico nos permite desechar este sistema.

 

Una vez recorrido someramente estas lucubraciones nos vemos obligados a desarrollar nuestras conclusiones. La temporalidad social definida como Modernismo (en realidad hoy hablamos de postmodernismo, pero esta consideración daría para otro trabajo hermeneútico) en donde las diferencias están sujetas a la acumulación de la mismidad (la producción en serie) producen un estado de inseguridad ante lo que no se debería presentar como tal, la afirmación presente en el texto de M.Bermann ,¨ Todo lo sólido se desvanece en el aire nos parece tan ajustada y sintetizadora que la tomamos como máxima para abordar la situación que nos atañe.

 

 

Dentro de este marco en donde la identidad está dada bajo parámetros económicos y en donde la diferencia se podría encontrar en la exclusión (ver el trabajo de V.Forrestier ¨ El horror económico¨) nos es fácil encontrar el porqué del fracaso continúo de las diferentes corrientes que intentan abordar la problemática antropológica en nuestros tiempos.

 

 

 

También consideramos que toda construcción que no contenga una finalidad del género en cuanto tal , discurrirá en opiniones que no pertenezcan , según nuestro parecer, a la misión del saber antropológico.     

 

De esta manera debemos retomar la definición de la cosa como para encontrar un ideal de otredad y mismidad. Esta, debe considerar los predicamentos del ser (entendido este bajo sus naturalezas inherentes e inexplicables) como una consecución o un devenir en búsqueda de precisamente este ser- ahí (Dasein), para esto primero habría que preguntarse por el ser mismo, ya que las definiciones se encargan solo del ente o de los predicamentos de los predicables, pero situarnos dentro de este campo nos obligaría a abandonar nuestra actual observación. En líneas generales, lo que se exige es tomar las consideraciones ontológicas- gnoseológicas para de este camino situar las diferencias e igualdades que la inseguridad del mundo de las apariencias no nos permite divisar. Pero precisamente el tratar de buscar el elemento esencial de lo universal  nos permitirá dejar de helado las imposiciones que el mundo moderno nos impone con un ciego preguntarse.

 

 

Dejando de lado, el texto académico, lo que se intenta expresar, bajo conceptos plagados de giros que saben a humedad de biblioteca, es básicamente porque los seres humanos, y por sobre todo, los que nacimos y nos educamos en culturas occidentales, reaccionamos ante el otro, ante al extraño, ante el distinto a nosotros mismos, con una suerte de rechazo social. Para ponerlo en buen romance, y casi en guaraní. Les dejamos el Chamamé, la fiesta, adulaciones electoralistas, queremos que nos sigan legitimando con el voto, para que nos sostengan en las altas cumbres, desde donde los miramos, los pensamos, los escribimos, dibujamos, los vivenciamos, tutelándolos como si fuesen seres menores, escuálidos de derechos y de posibilidades de cambiar tamaña realidad, en la que nos regodeamos entre nuestros pares, o los que estamos en el mismo margen, y con quiénes peleamos ciertos espacios de poder, pero que no dejan de ser disputas menores, casi de egos vedetistas, incomprensibles para esa mayoría a la que seguimos sometiéndola a la ausencia de casi todo.

 

 


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