Jueves 28 de Marzo de 2024

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ACTUALIDAD

16 de febrero de 2017

Decimos todo.

“Etimológicamente, parresiazesthai significa “decir todo”. Aquel que usa la parresía, el parresiastés, es alguien que dice todo cuanto tiene en mente: no oculta nada sino que abre su corazón y su alma por completo a otras personas a través de su discurso”.

… Parresiazesthai significa “decir la verdad”. Pero, ¿dice el parresiastés lo que él cree que es verdadero, o dice lo que realmente es verdadero? En mi opinión, el parresiastés dice lo que es verdadero porque él sabe que es verdadero; y sabe que es verdadero porque es realmente verdadero.
El parresiastés no sólo es sincero y dice lo que es su opinión sino que su opinión es también la verdad. Dice lo que él sabe que es verdadero. La segunda característica de la parresía es, entonces, que hay siempre una coincidencia exacta entre creencia y verdad.

Si hay una forma de “prueba” de la sinceridad del parresiastés, ésa es su valor. El hecho de que un hablante diga algo peligroso –diferente de loque cree la mayoría– es una fuerte indicación de que es un parresiastés. Cuando planteamos la cuestión de cómo podemos saber si aquel que habla dice la verdad, estamos planteando dos cuestiones.

Se dice que alguien utiliza la parresía y merece consideración como parresiastés sólo si hay un riesgo o un peligro para él en decir la verdad. Por ejemplo, desde la perspectiva de los antiguos griegos, un profesor de gramática puede decir la verdad a los niños a los que enseña y, en efecto, puede no tener ninguna duda de que lo que enseña es cierto: pero, a pesar de esa coincidencia entre creencia y verdad, no es un parresiastés. Sin embargo, cuando un filósofo se dirige a un soberano, a un tirano, y le dice que su tiranía es molesta y desagradable porque la tiranía es incompatible con la justicia, entonces el filósofo dice la verdad, cree que está diciendo la verdad y, más aún, también asume un riesgo (ya que el tirano puede enfadarse, castigarlo, exiliarlo, matarlo).
Como ven, el parresiastés es alguien que asume un riesgo. Por supuesto, ese riesgo no siempre es un riesgo de muerte. Cuando, por ejemplo, alguien ve a un amigo haciendo algo malo y se arriesga a provocar su ira diciéndole que está equivocado, está actuando como un parresiastés. En tal caso, no arriesga su vida, pero puede herir al amigo con sus observaciones, y su amistad puede, consecuentemente, sufrir por ello. Si, en un debate político, un orador se arriesga a perder su popularidad porque sus opiniones son contrarias a la opinión de la mayoría o pueden desembocar en un escándalo político, utiliza la parresía.

Como ven, la función de la parresía no es demostrar la verdad a algún otro sino que tiene la función de la crítica: la crítica del interlocutor o del propio hablante. “Esto es lo que haces y esto es lo que piensas; pero eso es lo que no deberías hacer ni pensar.” “Esta es la forma en que te comportas, pero ésa es la forma en que deberías comportarte.” “Esto es lo que he hecho, y estaba equivocado al hacerlo así.” La parresía es una forma de crítica, tanto hacia otro como hacia uno mismo, pero siempre en una situación en la que el hablante o el que confiesa está en una posición de inferioridad con respecto al interlocutor. El parresiastés es siempre menos poderoso que aquel con quien habla. La parresía viene de “abajo”, como si dijéramos, y está dirigida hacia “arriba”. Por eso, un antiguo griego no diría que un profesor o un padre que critica a un niño utiliza la parresía. Pero cuando un filósofo critica a un tirano, cuando un ciudadano critica a la mayoría, cuando un pupilo critica a su profesor, entonces tales hablantes están utilizando la parresía. En la parresía, decir la verdad se considera un deber. El orador que dice la verdad a quienes no pueden aceptar su verdad, por ejemplo, y que puede ser exiliado o castigado de algún modo, es libre de permanecer en silencio. Nadie le obliga a hablar; pero siente que es su deber hacerlo.
Para resumir lo dicho hasta el momento, la parresía es una forma de actividad verbal en la que el hablante tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, una cierta relación con su propia vida a través del peligro, un cierto tipo de relación consigo mismo o con otros a través de la crítica (autocrítica o crítica a otras personas), y una relación específica con la ley moral a través de la libertad y el deber.
En la tradición socrático-platónica, la parresía y la retórica se encuentran en fuerte oposición; y esa oposición aparece muy claramente en el Gorgias, por ejemplo, en el que se encuentra la palabra parresía. El discurso largo y continuo es un recurso retórico o sofístico, mientras que el diálogo mediante preguntas y respuestas es típico de la parresía; es decir, dialogar es una técnica importante para llevar a cabo el juego parresiástico...” (Extractado de Discurso y verdad en la antigua Grecia, conferencias dictadas en la Universidad de Berkeley en 1983 por Michael Foucault).

Ahora que se comunicó que es lo que hacemos y porque, sobre todo en boca de otros, que lograron no sólo reconocimiento académico sino también popular por el hecho de pensar, dejamos sentada nuestra posición acerca del valor de este ejercicio. ¿Para qué sirve la crítica?

En el sótano de la tardo-modernidad que nos ha tocado vivir, aún prevalecen los que se preguntan acerca de las utilidad de las ciencias del espíritu (la filosofía encabezando los cuestionamientos y burlas) y de lo que podemos hacer con ellas, cómo si todo consistiera en sumar y en restar, y luego de ello repartir, de repetir como loros, formatos pre-moldeados y discursos sin sentido, matar y morir por disputas que no son nuestras ni nos competen y creer que vivimos en una sociedad que nos contiene y respeta como sujetos hacedores y partícipes de la misma. El valor de desandar la crítica.

El amplificar la voz de quién, ha sido ungido como administrador de los bienes comunes, no es necesariamente la única finalidad de la comunicación, como tampoco el generarle al sujeto o al conjunto de intereses que está  priorizando con lo que dice, una contraofensiva o un contrapoder, quizá por necesidad, de la lógica comunicacional, cada tanto se necesite, socavar de la ética para paliar alguna necesidad material, pero sí dotamos a la misma comunicación, sobre todo la pública, debemos instarnos a pensarnos cómo sujetos con criterios humanos, y como tales, hacer preponderar en la vidriera pública, aquello que tiene que ver con lo que somos, por ejemplo nuestras sensaciones y pensamientos.

Las preguntas que nos someten a la incertidumbre, son tan naturales como nuestras rodillas, como el ombligo o cualquier otra parte del cuerpo. Nadie ha elegido que las mismas nos sobrevengan, es decir que ocurre cuando morimos, porque nacimos, que es el amor, y todas esas sandeces en abstracto para el mundo moderno-capitalista-productivista-hipercomunicacional, seguramente sí hiciéramos una votación planetaria, ganaríamos aquellos que desearíamos haber nacido con tales interrogantes saciados, o sin que los mismos asomen. Pero de esa raíz, proviene también el temor a perder el trabajo, a ser engañados por nuestras parejas, a que se nos enferme un ser querido, a que la vida no sea tal como la pretendemos, si es que alguna vez tenemos la osadía y la seguridad de saber con plenitud cómo sería eso.

De allí tan sólo un paso, a que las incertidumbres políticas, sólo sean resueltas por el mandamás de turno, sobrecargando sus espaldas, socavando sus energías, distrayéndolo de temas importantes y provocándole más un perjuicio que un beneficio. Ocurre que cuando estos, toman o designan colaboradores bajo la vara única del pago político o de la confiabilidad, por lo general se rodean de estos  seres supernumerarios, que por más buenas intenciones que tengan y por más fidelidad que demuestren, sólo podrán cortar y pegar maquinalmente, aquello que le envían bajo memorándum. Y la política es otra cosa, en algún momento al menos, no es ese producto enlatado creado a gusto y placer para un público determinado por el fenómeno de turno. Porque sí tan sólo fuera esto, hasta quienes por voto popular, tengan bandas o bastones, sólo estarán cumpliendo un rol maquinal, pues en algún  momento la realidad los encorsetará tan fuerte, que la respuesta que tengan que dar, estarán más que “digitadas”, premoldeadas y pre-establecidas, y cuando intenten recurrir a colaboradores, que le hagan valer el poder de la crítica, fuente inspiradora de la creatividad, sólo encontrarán más razones para entender que sólo son monigotes, o muñequitos disfrazados, en la torta del poder, del cumpleañero llamado sistema que les ha tomado la libertad a cambio de que luzcan de smoking y peinados unas ciento de noches.

Sí alguien se pregunta acerca del valor de la crítica, bien podría ir al banco, hacer un trámite, operar en la bolsa, ejercer cualquier tipo de práctica oficiosa o profesional, pero sea su almohada, su espejo, pareja, familiar, cura, amigo, psicólogo, jefe, patrón, en algún momento del día le instalarán la duda, el mal de la incertidumbre, aquello que no se contesta con precisión ni en clave matemática, y eso no tiene precio, ni valor, tan sólo es parte de la vida, pero sí ese punto no se entiende, es como estar viviendo a medias, tal como el político rodeados de tipos que sólo dicen que sí, gestionan, ejercen el poder, gobiernan, a medias.

 “La crítica puede ejercer un efecto irreversible cuando aquello que nos era dado como originario y fundamental se pone en evidencia como recurso de dominación ejercido sobre nuestra subjetividad. Este sentido de la crítica tiene una clara motivación movilizadora. Se busca con ello desencadenar en el interlocutor una toma de partido contra el discurso que, hasta antes de la crítica, el propio interlocutor podía identificar (engañado, domesticado) como ley natural o verdad divina. Habermas señala que la crítica “pone en cuestión la verdad de una teoría sospechosa poniendo al descubierto su falta de veracidad, demostrando a una teoría que en principio presupone una comprensión desmitologizada del mundo, cómo en realidad sigue prisionera del mito”. (Martín Hopenhayn)

Ahora que lo que hacemos tiene nombre y apellido,siempre lo tuvo pero quizá no lo habiamos expresado de tal manera, todos aquellos que se obstinan en ponernos en un lugar que no nos corresponde, podrían tener la deferencia de ubicarse en sus respectivos lugares, amén de que lo hayan elegido o no, y que nos dejen, incluso faciliten este noble ejercicio político-ciudadano-comunicacional.

 

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