CAMINO A LA CIBERCRACIA por Gustavo Flores Quelopana
El hombre es la criatura más inventiva y curiosa por antonomasia. Es creador de cultura antes que de artefactos materiales. Y es creador de cultura porque es una oquedad ontológica, una carencia metafísica que lo separa de la naturaleza. Es la propia condición metafísica de su ser lo que lo lleva a crear cultura.
El punto de arranque del hombre es su condición de animal metafísico. Ese profundo desnivel entre lo óntico y lo ontológico en su propio ser, lo lleva hacia el disparador del ingenio. Fruto de su ingenio, gran capacidad de análisis y observación, es su propia humanización. Primeramente, que un homo faber es un homo sapiens y un homo ludens. Un animal simbólico, como afirma Cassirer. Pero es una criatura simbólica porque es un ser metafísico, en su ser finito se hace presente lo intemporal y lo eterno
Sus artefactos no lo caracterizan, sino su capacidad para crearse un mundo simbólico. Jugando, como lo resalta Huizinga, descubría e inventaba. Antes de un consumado cazador fue un experimentado recolector. Lo cual requería mucha paciencia y pensamiento. Su hominismo está unido a su humanización y es indesligable de la técnica. La técnica es resultado de su propia inventiva. Pero la técnica desde un inicio estuvo ligado a la vida. Técnica no sólo son los artefactos materiales, sino también los artefactos simbólicos. Incluso las técnicas simbólicas precedieron a las técnicas materiales. Técnica, en una palabra, es la cultura y los instrumentos materiales. Concebirla como algo enfrentado a la vida es consecuencia de un largo proceso de alienación que se dio con la aparición de la civilización.
Con la civilización -o sea, hace cinco mil años aproximadamente- aparece la megamáquina de la monarquía divinizada, con su clase privilegiada, aparato sacerdotal y burocrático especializado, enorme fuerza laboral disciplinada, organizada y ordenada. Es la primera racionalización de la vida a gran escala social. Sólo así son posibles los Zigurat mesopotámicos, las pirámides egipcias, mayas, aztecas, mochicas, y las construcciones megalíticas incas. Es el comienzo de la alienación del hombre respecto a sus propias creaciones. Allí empieza la separación del artefacto respecto a la vida y su contraposición. La razón calculadora no alumbra en Grecia, como sostiene Heidegger, sino con el inicio de la civilización misma. Y es una potencia bifronte: constructora y destructora a la vez.
La megamáquina en nuestro tiempo tiene un nombre específico y se llama hiperimperialismo, es decir, dictadura de las megacorporaciones privadas a nivel global. La primera forma de esta dictadura fue el capitalismo neoliberal, hoy en crisis y en pleno hundimiento. Y su última novedosa mutación cobra la forma de capitalismo digital. El capitalismo digital comanda, direcciona el desarrollo de las tecnologías digitales y es responsable de sus avances como de sus amenazas para la evolución humana. En una palabra, la megamáquina de nuestro tiempo se denomina hiperimperialismo del capitalismo digital.
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