Te alquilo mi soberanía política que es decir te vendo mi voto.
Sí la única lógica que funge para la actividad humana, es la de la acumulación, imposible será que podamos entendernos en perspectivas otras que no sean las que determinan que yo tengo que estar completamente de acuerdo con un frente político, un partido, un candidato. No existe hiato posible, para que se filtre la duda, la cuestión, la pregunta. Hesitar es traicionar, vacilar es la jactancia de los loquitos que de la política actual no quieren entender. Yo, como sujeto político (en la semántica puede variar las nociones de habitantes y ciudadanos que bien funcionan en la academia) como sujeto económico, como sujeto social, como sujeto a secas, sólo soy un número. El que figura en mi documento, el que me toca en la lista de espera del local, comercio, negocio o consultorio. El de la obra social, el del teléfono, el de mi tarjeta de crédito, el del la fecha del cobro. Somos lo que no existe, es decir un número, que tal como el filósofo expresara nunca encontró un señor dos caminando. El dos, el número, es la abstracción, el invento, el relato, del ser humano que en su pedantería, que en su temor por no reconocerse limitado, representa todo lo deseable, todo lo imaginario que el sujeto nunca terminará de alcanzar en la vida. De esta manera trágica, caemos, por la dictadura del número, por el régimen de acumulación, bajo la vigilancia estricta del comisariado político, que en nombre de la democracia, nos reduce a un número, nos cosifica en grado sumo, exponencial, votamos la boleta de un partido, votamos un número, que sumados a otros números, por esa lógica de acumulación, investirá a un gobernador que será el dueño de todos los números, es decir de todas las acumulaciones.
Seguinos
3794399959