La democracia agonizante.
Esto parece estar sucediendo, el languidecimiento, la letanía, la podredumbre de lo democrático, de acuerdo a síntomas evidenciados en varios de los órdenes en los que nos vemos sorprendidos por la realidad. A nivel internacional, migrantes que se imponen en la fáctica más contundente de cruzar, cuál émulos bíblicos y próceres históricos, montañas y mares, a costa de la muerte de niños, mujeres, ancianos y enfermos, para simplemente tener la posibilidad de subsistir, pero en esa esperanza, casi espiritual, inercial del ser humano, en esa pulsión de vida instintiva, están logrando hacer carne aquel apotegma, Nietzscheano “de lo que no te mata, te fortalece” y más temprano que tarde, serán quiénes manden en los órdenes internacionales, es que nadie aún ha reparado, que ya lograron que las guerras que los azotan, en aquellos terrenos hostiles y lejanos de los que huyen, se disputen ahora en el centro de la comunidad económica europea, y eso, es un triunfo inusitado, un cambio de paradigma, que es sólo un comienzo. Lo venimos sosteniendo desde hace años, la democracia tal como la entendemos, será modificada, por estas generaciones de víctimas de la misma, a las que aún no le han resuelto ningún problema fundamental, tal como se la impusieron bajo promesa. La alborada de que los ricos se hagan cargo del problema de la pobreza, nunca ha sido una cuestión de lástima o de sensibilidad, es una cuestión neta y nata de poder, de poder real, de poder político, que empieza a evidenciarse intempestivamente, tras años de agazapamiento.
La cuestión no pasa por cuantas veces se tenga que votar, ni siquiera a quién. El tema pasa, por sí elegimos a quiénes de verdad nos representarán. Para ponerlo en términos del presente artículo, no se trata de sí hemos matado o están matando a la democracia, el problema es que se está muriendo.
Seguinos
3794399959