Las tetas que vos tapas, son los penes que deseas.
Cómo si Corrientes no tuviese sus entramados, político-jurídico-policiales, como para entretenerse en el estío previo a lo electoral (en donde en verdad está todo casi resuelto, sólo la elección obligada que tendremos que hacer entre uno y otro de los representantes de las facciones que se detentan el poder), apareció el tetazo. Digno armado de prensa (la de las mujeres que se entetaron en una playa bonaerense, cosificando los famélicos cerebros de los policías que obviamente iban a reaccionar, reaccionando como reaccionaron, para que todos hablemos de esto, lo cual en el fondo está bien) de quiénes habitan grandes urbes, desde aquí, siempre hemos tenido esa relación histérica (en homenaje a este sexismo de creer primero que la histeria era propia y única de las mujeres, de hecho significa útero en griego, a seguir considerando tal afectación psicológica como el ámbito natural de las féminas) con la metrópoli. No nos gusta nada la capital, pero la emulamos, la queremos engrampar, haciendo algo parecido a lo que hacen, pero con nuestra particularidad. El tetazo, digno grito de una perspectiva de género, no se descontaminó de esta otra gran dolencia, estructural y puebleril, de emular, de seguir cabeza abajo, como ovejas dóciles, al pastor de la porteñidad. Un hecho que tendría que haber pasado, como una manifestación natural, se transformó en una polémica social, favoreciendo, seguramente a los mismos que las chicas entetadas critican, la cultura machista y paternal.
Seguinos
3794399959