La cultura del boliche como síntoma de nuestra mediocridad.
En México como en otros países hispano-americanos, al lugar de divertimiento nocturno en donde se pasa música se lo llama “antro”, que etimológicamente significa cueva o caverna, que obligadamente refieren a sitios en donde suceden cosas lúgubres, oscuras o de dudosa moralidad no en un sentido victoriano, sino humano. Tal vez, la argento-correntinidad que nos trasvasa, modificó la semántica para definir el lugar de ocio y entretenimiento, como disco o boliche. No existe unanimidad entre los filólogos, pero sí un consenso para determinar que provino la definición como una extensión de la pulpería o lugar en donde se realizaban juegos. En plazas, como las que desde donde esto se escribe, la oferta de antros o boliche, con respecto a las propuestas de divertimento o esparcimiento vinculadas al teatro, la ópera u otro tipo de espectáculos en donde existe algo más que la música a todo lo que da y el consabido maridaje que propone con el consumo de bebidas o sustancias, es claramente injusta, desproporcionada y desigual.
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