El elegido es “Juan el Bobo”.
Cierto interés, especial, concita el proceso de elección de defensor del pueblo provincial. Ocurre que no solamente es el único estamento institucional (apartando a todo poder judicial que es todo un tema en sí mismo) en donde aparece el trillado e invocado “concurso público”, como requerimiento para acceder al mismo. La soledad en esta exaltación de lo idóneo, es lo que genera a su vez, dudas, suspicacias y por lo tanto, hace que aumente no ya el interés, sino la curiosidad, por no decir el chismoseo. Es decir, en una provincia, habría que extendernos al país, en donde ni en el legislativo, ni en el ejecutivo, se menciona si quiera en una gacetilla de prensa, que un candidato o el titular de una cartera o secretaria, provincial o de algún municipio, accede a tal lugar por sus condiciones, es decir por haberlas demostrado previamente, sea a través de un examen o por intermedio de su trayectoria pública (que no tenga que ver con la cultura noventista del éxito, de deportistas y cantantes) es toda una novedad, que una figura institucional, al menos en lo formal y en el planteo, se llame a dirimir bajo esta vía, casi inutilizada por el corpus político. La analogía con la obra del cuentista infantil Andersen.
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