El que calla otorga.
El distrito de la palabra, es tal vez el que conlleve una mayor disputa desde las huestes políticas, sin que tal lid, se evidencie o sea una confrontación declarada. Muchos comunicadores, por diferentes medios, se transforman en el escenario natural en donde, las voces de los políticos con aspiraciones a cargos, reproducen, actoralmente, frases, conceptos, que ni siquiera han tamizado por sus cabezas o pensamiento. Para ponerlo en un ejemplo, ninguno de ellos, mucho menos en campaña, duda, hesita, reflexiona, piensa o puede volver tras sus pasos, como si fuese una tragedia Griega, el paradigma de lo dialógico, se reduce, al campo monocorde, sepulcral, de las palabras en afirmativa, del señoreo de las frases construidas por publicistas o por cerebros, que están siempre arteramente escondidos, agazapados, prestos para embaucar, a quiénes embauca el candidato de aquellos. Sí las elecciones, la democracia, la política y la institucionalidad, son análogos al concepto de la libertad, o al menos condición necesaria para que se desarrolle la misma, es al menos paradojal, que la duda, que la pregunta, y que la palabra misma, se vea reducida, escamoteada, dejándole paso, al imperio absurdo y soberbio del positivismo más furioso de la afirmación, del hacer sin pensar, y del ir para adelante por temor a analizar y estudiar que está pasando, para una vez concluido ello tomar una decisión, atemperada y macerada por el tiempo y las circunstancias.
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