Macri o la continuidad del Kirchnerismo.
Uno de las pocas conclusiones objetivas que se pueden extraer a partir de las próximas elecciones presidenciales, es que el apellido Kirchner no estará en el sillón de Rivadavia. Suponiendo, es decir a partir de esta premisa verdadera, que entre tantas cosas, esta perspectiva política, entronizo un concepto del poder, que abrevo en las consideraciones filosóficas de autores como Laclau y Mouffe (quiénes para una definición sucinta, entienden el fenómeno político-democrático de acuerdo a la siguiente cita: “En lugar de intentar hacer desaparecer las huellas del poder y la exclusión, la política democrática requiere ponerlas en primer plano, para hacerlas visibles, de modo que puedan entrar en el terreno de la controversia.” Mouffe, En torno a lo político) y que bien podría interpretarse, en su desarrollo práctico (alejándose de esta manera de su plataforma Peronista, que como filosofía política, no concibe el ejercicio política sin pretender o detentar el poder real) como el exacerbar la controversia, la condición agonal, cediendo de un modo elegante, el poder fáctico, al espacio, que de acuerdo al imaginario se concibe como el más claro ámbito de oposición. Para ponerlo en una frase, nada significaría un mayor poder, conceptual, agonal y coherente con el relato que han construido, para el propio Kirchnerismo, que ser bajado al llano de la oposición de un gobierno que se asiente en el sillón de Rivadavia, blandiendo todas las banderas que estarían en sus antípodas.
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