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  • 20º

ANÁLISIS

3 de enero de 2017

Excedente democrático.

“Estamos desde el punto de vista del análisis del poder, en una situación completamente bloqueada, en este archipiélago de la governance la corrupción es el modo en el cual este proceso se socializa: donde en un tiempo se decía sistema democrático, hoy se dice sistema de corrupción, porque el sistema actúa fuera de cualquier medida, o mejor, determinando la medida desde el mando, no desde la regla, en un modo de funcionamiento de la governance opuesto a la máquina del estado de Derecho” (Negri, T. Corrupción, nueva acumulación, refeudalización. Página 18. Editorial Quadrata. 2012. Buenos Aires).

Más allá de todas las conceptualizaciones que devienen en dialéctica, aspectos semánticos y juegos de equivalencia, diferencia y referencia, incluso de los límites de la propia lengua en la que habitamos, esa que nos impuso no hablar de aquello de que no se puede optando por el silencio, y que toda acción filosófica pueda verse subsumida en el concepto de intención o que es lo que nos mueva a perseguir un fin inventado, lo cierto es que, paradojalmente avanzamos hacia ese no lugar, contrariados de sentido, pero con ganas y fruición. Entender el modo político en que nos organizamos, escapa al significante vacío de lo democrático, y que un trabajo casi obsesivo para redefinirlo, al punto de inconscientemente perseguir la consecución de un proceder hegemónico, no deben ser óbice para que pretendamos vivir en un sistema social, un poco más justo y ecuánime y que por sobre todo, ofrezca con claridad meridiana, cuales son las reglas de juego para participar en él.

Sí bien el excedente, en términos económicos, puede ser entendido como la sobra, lo cierto es que eso que esta de mas es la fuente de felicidad de quiénes y para quiénes se produce. Es decir, el ser humano, ha vivido y sigue viviendo en la actualidad, en la mayor parte del globo, en sistemas sociales que no reparan en lo más mínimo de su propia dignidad, pese a los pierden la vida en la lucha o en la inercia para que esto cambie o que esto continúe, lo cierto es que no seremos demasiados, pero lo somos y lo expresamos, quienes deseamos o anhelamos que el excedente de esta vinculación social, no sea simplemente producir y con ello sobrevivir. Estamos quiénes buscamos ese excedente democrático. Probablemente, tanto en el mundo académico, como de la comunicación, seamos muchísimos más de los que pensamos, quiénes reflexionamos, deseando, casi lo mismo, expresado en términos distintos y en formas varias. El concepto excedente toma cuerpo y sobre todo en su intencionalidad, en un pensador, a quién citaremos, en una lista de citas que se seguirán a continuación, como una suerte de diálogo intergeneracional y de varios autores, como para dar cuenta que desde hace mucho (es decir que ya no somos solamente muchos, sino que existe una cuestión crónica en esta búsqueda, por tanto es cantidad temporo-espacial):

“El excedente (Überschuss) que constituye y mantiene el substrato de la herencia cultural es sólo creado por la influencia de la función utópica en las construcciones ideológicas de la vertiente cultural, porque sin la función utópica es en inexplicable todo excedente espiritual respecto a lo ya logrado y existente en el momento. Toda anticipación se legitima así ante la función utópica y ésta hace suyo en el excedente todo posible contenido. Incluso también, el contenido dado en lo que un día fue interés progresivo, en ideologías no hundidas totalmente con sus sociedades, en arquetipos todavía abstractos, en alegorías y símbolos todavía estáticos”( Bloch, GA 5, pp. 170-1 (PE I, p. 139). Aguilar, Madrid, 1977-1980).

Razones o problemas actuales que suscitan o promueven esa búsqueda de “Excedente democrático”.

“Estamos desde el punto de vista del análisis del poder, en una situación completamente bloqueada, en este archipiélago de la governance la corrupción es el modo en el cual este proceso se socializa: donde en un tiempo se decía sistema democrático, hoy se dice sistema de corrupción, porque el sistema actúa fuera de cualquier medida, o mejor, determinando la medida desde el mando, no desde la regla, en un modo de funcionamiento de la governance opuesto a la máquina del estado de Derecho” (Negri, T. Corrupción, nueva acumulación, refeudalización. Página 18. Editorial Quadrata. 2012. Buenos Aires).

¿Quién es el sujeto actual de lo democrático o cual fue en su formulación teórica?-

“... El acto que instituye el Gobierno no es un contrato, sino una ley; los depositarios del poder ejecutivo no son los dueños del pueblo, sino sus servidores; puede nombrarlos o destituirlos cuando le plazca; no es cuestión para ellos de contratar, sino de obedecer, y encargándose de las funciones que el Estado les impone no hace sino cumplir con su deber de ciudadano, sin tener en modo alguno el derecho de discutir las condiciones”. (Rousseau, J.J., "Libro III; Capítulo XVIII", El contrato social)

“El soberano es aquel que decide acerca de la excepción…"el soberano está, al mismo tiempo, fuera y dentro del orden jurídico” (Schmitt, 1932).

“La soberanía es la fuente de la dictadura legítima de la violencia” (Antonio García-Trevijano, 1994, p.115) la “Comunidad que reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima.” (Weber, 1919).

Formulaciòn de la estrategia:

“La forma en que al nivel de la filosofía política son definidas la igualdad, la democracia, y la justicia, puede tener consecuencias importantes en una variedad de otros niveles discursivos, y contribuir decisivamente a moldear el sentido común de las masas” (Ibíd, Pag 290). Hegemonía y estrategia socialista (Laclau, E. Mouffe C. 1985)

Propuesta:

La democracia es expectativa. La democracia no puede ser plenamente concretada, dado que en tal caso se transformaría automáticamente, en un absolutismo totalitario. En nuestra modernidad, el sujeto de la democracia, es el individuo. Así ocurre desde la composición de los contratos sociales, que unificaron todas y cada una de las expectativas de los suscribientes (expresando medularmente lo filosófico, saldando la aporía de lo uno y lo múltiple) en una voluntad mayor o estado, que mediante una representatividad, administra o ejerce ese poder que ha sido previamente legado. Extendiendo y más luego, renovando las expectativas, cada cierto tiempo, llamando a sufragio, a elecciones, a todos y cada uno de los contratistas, para que elijan a quiénes lo representen en la administración de esa cesión de derechos cívicos y políticos.

De aquel tiempo a esta parte, nadie ha planteado aún, que el sujeto histórico de la democracia debe dejar de ser el individuo.  Nos urge el hacerlo, dado la problemática manifiesta y sistemática, en los diversos lugares en donde se lleva a cabo el ejercicio democrático moderno en los distintos puntos del globo. Ofreceremos una extensividad necesaria de argumentación para sostener lo afirmado, sin que por ello nos acerquemos un ápice, a demostrar el obvio y manifiesto, fracaso, rotundo y contundente, en que la democracia naufraga, producto de no modificar tal sujeto histórico; es decir la individualidad, en la que sostiene, la legitimidad del pacto suscripto entre los ciudadanos y sus representantes. Como bien sabemos esa legitimidad, es la que cíclicamente cae en crisis cotidianas, y que diferentes autores, tanto intelectuales como comunicadores, le ponen nombres varios, y le dedican extensas páginas de actualidad como de ensayos académicos, sin que puedan arribar a la sustancialidad de lo que diagnostican y abordan con taxativa precisión.

 El sujeto histórico debe dejar de ser el individuo, para conveniencia de tal y para regenerar el concepto de lo colectivo. El sujeto histórico de nuestras democracias actuales debe ser la condición en la que este sumido el individuo. Independientemente de que estemos o no de acuerdo, desde hace un tiempo que el consumo (al punto de que ciertos intelectuales, definan al hombre actual como “El Homo Consumus”) y su marca, o registro, es la medida del hombre actual, como de su posicionamiento o razón de ser ante la sociedad en la que se desarrolla o habita. Somos lo que tenemos, lo que hemos logrado acumular, y no somos, mediante lo que nos falta, en esa voracidad teleológica o matemática de contar, todo, desde nuestro tiempo, a nuestra infelicidad. Arriesgaremos el concepto de una existencia estadística, en donde desde lo que percibimos, de acuerdo al tiempo que trabajamos, pasando por lo que dormimos, o invertimos para distraernos, hasta los números en una nota académica, en un acto deportivo, en una navegación por una red social para contar la cantidad de personas que expresan su satisfacción por lo exteriorizado, todo es número. Nos hemos transformado, en lo que desde el séptimo arte se nos venía advirtiendo desde hace tiempo en sus producciones de ficción. Somos un número, gozoso y pletórico de serlo. El resultado final de lo más simbólico de la democracia actual, también es un número (el que obtiene la mayoría de votos) sin que esto tenga que ser lo medular o lo radicalmente importante de lo democrático.

Diferentes manifestaciones sociales, históricas, se definieron en tríadas de conceptos como: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, “Pan, Paz y Tierra”, “Sexo, drogas y Rock and roll”, “Tierra, Techo y trabajo”.

Hoy podríamos estar subsumidos en una conceptualización que diga “Consumo, riqueza y notoriedad”.

El excedente democrático que proponemos, debería hacer entender a quiénes legítimamente esto puedan pretender y usen para ello el canal de lo democrático, que existen millones más a quiénes les estamos sacando la posibilidad de que se expresen y de que sean visibilizados, que más temprano que tarde, pueden venir a preguntarnos ¿Qué es lo democrático?-

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