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  • 20º

POLíTICA

25 de mayo de 2016

Plantean proyecto para evitar "Transfuguismo" o "Panquequismo" en el Poder Legislativo.

Así lo manifestó, mediante un comunicado, la agrupación "Ciudadanos Correntinos" en un proyecto, número 12 en pocos meses, que prohibiría la creación de bloques parlamentarios, por parte de legisladores que no tengan vinculación previa, o sean diferentes, a los partidos o frentes políticos por los cuáles resultaron electos. Acceda al proyecto completo.

Proyecto para evitar el Travestismo, el transfuguismo o el Panquequismo en el Poder legislativo

Proyecto 12: Los bloques parlamentarios deberán corresponderse con los partidos o frentes que fueron electos sus integrantes, no pudiendo los legisladores cambiarse de bloque o crear uno nuevo hasta la finalización de su mandato.

Se propone establecer el sistema que posee la República Plurinacional de Bolivia (los diputados que pertenezcan a un mismo partido político, jurídicamente reconocido, se organizarán en una Bancada Política. La división de las Bancadas ya constituidas, no dará lugar al reconocimiento de otras nuevas, hasta la conclusión del período constitucional) o la de Costa Rica (Los diputados se consideran integrados a la fracción del partido por el cual resultaron electos y ninguno puede pertenecer a más de una fracción) a los efectos de modificar el actual sistema Argentino (el nacional, del cual se desprenden o adhieren casi todas las provincias) que facilita, solamente mediante una nota reglamentaria, que un legislador que ingreso, por la lista, por el espacio, por los pilares de la institucionalidad democrática, como son los partidos o frentes electorales, luego, al asumir, o al tiempo de ello, con cualquier tipo de argucia política, cambian de bloque, o crean uno nuevo, birlando la esencia y el espíritu mismo de la representatividad y por ende de lo democrático. Este fenómeno, que mal se llamó en Argentina “De travestismo político” o “Borocotización (en homenaje a un Diputado que ni bien asumió por un espacio político, se pasó  o cambio de bloque, edificando a partir de su apellido un término que denota la traición política, no ya a un espacio sino a todo el sistema representativo) seguramente no será evitado, por una normativa como la que se propone, pero al menos, administrativamente se plantea una modificación que no facilite este tipo de conductas tan nocivas para nuestras actuales democracias.

Mientras todo el concierto de lo establecido políticamente, plantea en escena, supuestas discusiones nodales, acerca de cambios o de transformaciones en lo electoral, vemos con preocupación que esto no es más que una suerte de pantomima nimia, que contribuye a un juego de fuegos artificiales mediáticos, que a lo sumo, mejoraran lo obvio, es decir una mera cuestión metodológica. Que en vez de que el ciudadano, ceda su representatividad, mediante un sobre donde ponga una boleta en papel, como lo venimos haciendo desde hace décadas, y lo empiece a hacer mediante oprimir un botón en una máquina electrónica, no puede constituirse en el cambio radical o la tan mentada transformación que se nos vende, con bombos y platillos.

Ni siquiera pretendemos que el cambio, la transformación o la modificación, sea conceptual y que por ende discutamos, el pasar de una democracia agonal (tal como lo plantea con claridad meridiana y condicionada, el sistema de balotaje o doble vuelta, con su polarización tan preestablecida) a una consensual (como el sistema Español, el del Vaticano para elegir Papa, o el de las viejas organizaciones precolombinas) tampoco el rediscutir el pasar del actual sistema hiperpresidencialista (que se derrama en las provincias en un sistema hipergobernadorista) a uno parlamentarista. No se trata, como se plantea a nivel económico, una discusión de shock o gradualismo. Se trata de lo basal de nuestro sistema democrático, y al menos, con esta como otras iniciativas, pretendemos que se respete un poco más el voto del soberano y por ende la lógica de la legitimidad representativa.

Cómo expresa el filósofo Correntino Francisco Tomás González Cabañas, en su obra “La democracia incierta” que será presentada en Europa:

Algunos piensan, que en el diseño de una boleta electoral, es decir quién va tercero, cuarto o el lugar que guste, el líder o conductor; está anotando los porotos, o el predicamento territorial que este puede tener en la mil viviendas, en el caracolero o en Guaviraví, como sí la elección sólo se resuelva en una suerte de transacción rural de ganado a cambio de pesos en relación al pesaje y pelaje. Pensar de tal manera de nuestros principales políticos, sería un insulto hacia la inteligencia de los mismos y hacia el amor que puedan tener hacia sus familias. Pese al poder que signifique y represente tener la lapicera para tales anotaciones, difícilmente puedan tener tan poca comprensión y tan poca corazonada, para interpretar que se juegan, otras cosas, muchas cosas, que el club de fútbol de sultano, que las giras al interior de mengano, se juega en parte el mejoramiento del estado democrático de una provincia. No es necesario haber leído a Raymond Aron, como para coincidir en que “La verdadera democracia no se agotará con la participación episódica en los asuntos públicos por medio de elecciones o de representantes elegidos, solo se realizará por la fusión entre el trabajador y el ciudadano, por el acercamiento entre la existencia popular y el empíreo político”. Esto que esta quizá definido en forma pretenciosa o con la pedantería intelectual, es ni más y menos, que lo que nos sucedió en Corrientes en el `99 y en el país en el 2001, y la clase política sabe perfectamente que el vínculo reconstruido, no está solido; que siempre pende del hilo económico, y que la red de la política en muchas oportunidades, sirve más para destruir que para construir este lazo o esta red. A nadie le escapa, que más allá de frases hechas, lo cierto es que la mayoría de la clase política viene siendo tal, desde la recuperación de la democracia a esta parte. Es decir, son todos, o casi todos los mismos, con todo el peso de significancia que esto representa, que no tiene que ver con ideologías, ni partidos políticos, ni de modelos, tiene que ver con una disputa que seguramente la ganará quién al menos se anime a pensarla, a dimensionarla, a procesarla, a prestarle atención, porque es mucho más rutilante de los votos que dice tener tal concejal, o las presiones de tal senador para seguir siéndolo o para rotar de banca hasta el hartazgo.

Tenemos que volver a los libros, para entender porque desde estas columnas se lucha contra aquellos que pretenden establecer como norma, que desde tiempos inmemoriales (lustros, décadas, mandatos interminables o calesitas ensortijadas) se puede seguir siendo democrático y representar con legitimidad a la gente, por más que se haya obtenido la legalidad de los votos. Vuelve a decir Raymond Aron; “La democracia es esencialmente la negación de la aristocracia, la desaparición de las órdenes privilegiadas, la supresión de las distinciones de estado, y paso a paso, la tendencia a una igualdad económica, a una uniformidad de maneras de vivir. En la democracia el trabajo se convierte en actividad honrosa, normal para todos y cada uno de nosotros. Criados o presidente, todos perciben igualmente un salario se le paga para mandar, como a los otros para servir”.

No alcanza con sólo llegar a ellos, deberíamos tener la ayuda hasta de los propios que se postulan eternamente, que tienen calesitas ensortijadas y años de cargos públicos (legales pero no legítimos) arriba del lomo, pero entramos necesariamente en una colisión de intereses, o volviendo a Aron “Desde el momento en que la libertad del uno acarrea automáticamente la dependencia del otro, desde el momento en que la libertad es orden del uno y la obediencia del otro, el problema de la libertad es ya inseparable del problema del poder y cada uno invoca, precisamente desde su punto de vista, la libertad que el otro, o el Estado, pone en peligro.”

Cerramos, con el inspirador de Aron, Alexis de Tocqueville, avizorando la problemática esbozada en estas líneas “Existe una especie de opresión con la que están amenazados los pueblos democráticos…Veo una innumerable muchedumbre de hombres, semejantes e iguales, que giran sin descanso sobre ellos mismos, con el fin de satisfacer los pequeños y vulgares placeres con los que colman su alma. Cada uno de ellos sea retirado aparte, como ajeno al destino de todos los otros; sus hijos y sus amigos particulares constituyen para él toda la especie humana. En cuanto a sus conciudadanos esta junto a ellos sin verlos, los toca sin sentirlos, solo existe en sí mismo y para si mismo, y si todavía le quedaba una familia, por lo menos, puede decirse que ya no le queda patria. Por encima de todos, éstos  se elevan un poder inmenso y tutelar que se encarga solo de garantizar sus placeres y de velar por ellos. Ese poder es absoluto, detallado, regular, previsor y apacible. Se parecería al poder paternal, sí como éste tuviese como objeto preparar a los hombres  a la edad viril, pero, por el contrario, sólo busca fijarles, irrevocablemente en la infancia; no le disgusta que los conciudanados gocen, siempre y cuando, solo piensen en gozar; trabaja con gusto para serles felices; pero quiere ser el único agente y el único  arbitre; subviene a a su seguridad, prevé y garantiza sus necesidades, facilita sus goces, gestiona sus principales asuntos, dirige su industria, regula sus sucesiones, divide su herencia. Ah sí pudiere quitarles la molestia de pensarles y el dolor de vivir.”

Es muy sencillo criticar o recriminar, a quién no se acostumbra o se adapta a un determinado sistema, es demasiado fácil señalarlo como el irreverente por exceso que se ha quedado en la adolescencia, en la queja permanente, en la protesta lastimera, en la posición poco colaboracionista. Ocurre que el hiato, el espacio entre lo que le han dicho a ese sujeto, la forma en que lo han educado, no se condice con lo que esa misma sociedad le ha mostrado, a través de producciones cinematográficas, por intermedio del relato vivo de cómo se desarrollaba  aquello.

Vivimos en una sociedad que  nos eyacula precozmente, que nos incita al éxito inmediato que nos posiciona de forma tal en el mercado que con el mejor auto, paseemos a la chica más bonita (y por ende hueca, no porque el suscribiente lo diga, sino porque de tal manera las forma el sistema) y para ello el encuentro con los mandantes, estar al servicio de tales, porque el verdadero placer es ser sus personeros, sus perros falderos, de esos tipos oscuros, que manejan millones y que no se les para, que están más allá del sexo, de la familia, del amor, arrumbados en lo más parecido a un no humano y por ello en el pedestal máximo de la fantochada del poder.

Guarecidos en lo que se empecina en ocultar la política, porque son muy pocos los que se animan a plantear que se necesita un volver a arrancar para poner blanco sobre negro los millones del poder, sin ir más lejos, próximos a una elección en nuestra provincia, se da por descontado que se precisan, muchos e incontables millones para una campaña, está como naturalizada la cifra, al punto que analistas y políticos, lo dicen con una soltura de cuerpo como quién compra marihuana en Holanda.

Y en esa complicidad es en donde no deberíamos caer los que estamos en esto, de última, por más que sea un secreto a voces, tendríamos que sentir la obligación de señalar que esos millones se necesitan para ir (bajar se le dice porque inconscientemente el dirigente cree estar en un lugar superior al del votante) a los barrios, para organizar una choripaneada, cuando no un acto, pagarle al grupo de música, la movilización, los punteros, a los medios, los carteles, el consultor, la nafta y todo lo vinculado al circuito negro y renegrido de la política.

 Porque quizá el empresario aporte a la campaña para luego prestar servicios y realizar obras con quién ocupe el poder, pero el puntero no, la necesita ya, por eso es negocio para el empresario adelantarle en la campaña al político, lo que lógicamente exigirá que le sea devuelta, por tanto, aquí radica la imposibilidad del político de desvincularse del empresario, porque se la puso cuando se le pedía el puntero que el político cree que hubo de ser determinante para su consagración.

El empresario compra esas prerrogativas y esos favoritismos sin que le importen banderas ni ideologías a lo sumo, estando en el tiempo y en el lugar indicado para financiarle la campaña a un amigo de jardín, compañero de la  secundaria o contertulio de copas.

El dirigente o puntero es el que no cambia ni de auto ni de barrio. A lo sumo engorda en las campañas, toma mejores vinos; tanto políticos como empresarios usan a estos que son los mismos para en turnos rotativos, intercambiar nombres, lazos de amistad o grupos de amigos, facciones.

Queremos decir con esto que los tres actores (empresarios, políticos y dirigentes) son títeres de lo preestablecido, simples ocupantes de un rol, que un lumpen narrador ha dejado vacante para desandar la tragedia de una obra funesta.

Y muchas veces estas historias tienen que llegar al gran público, a la peluquería, a los programas de la tarde, pero como una sociedad educada en la contradicción arriba referida, que nos pide que leamos a Platón pero en verdad está pendiente del culo de la vedette, precisa que el condimento de la historia se nutra de la modelo, de los mafiosos, de los autos, del impacto del polvo, del lechazo concreto, de los millones en los bolsos, que obviamente sale de la política, como bien dijimos no solamente por responsabilidad de los políticos sino del sistema que crea cada cierto tiempos estas películas, estas novelas.

Uno de los legados más preciados de los griegos, de los tantos que la humanidad le debe, es sin duda la instauración de lo que se da en llamar gobierno del pueblo (recordemos que en Grecia existía la esclavitud y no todos los habitantes eran ciudadanos), patraña efectista que perdura, extrañamente en los tiempos actuales, de vacío de ideas, de proyectos y de crisis constantes de legitimidad representativa. Tiempos crispados, o mediatizados, en donde esa idea fuerza, en donde se sostiene lo llamado democrático, no es más que un collage de fotos subidas a una red social, en donde la asistencia a esas reuniones partidarias, se puntea bajo el tilde de quién seguirá o no percibiendo el conchabo estatal, lo volcánico de lo que se expresa no es más que la mirada petulante del líder o en el mejor de los casos de un títere de este, banderas que más que enarbolar consignas o símbolos, cobijan mantos inveterados de sospechas e intrigas palaciegas.

Sostener durante siglos que el pueblo gobierna a través de representantes consagrados por voto popular, debe ser una de los engaños mejor construido por las clases dominantes, para tener a gusto y placer el manejo de la cosa pública y del coso del público.

Huelga destacar sin embargo, preguntase sí nada mejor le ha ocurrido a esta humanidad, a nivel político, que lo que se conoce como democracia, de todas maneras, ello no implica que esta sea perfecta o pasible de críticas que la pongan frente al espejo de su realidad.

Esa imagen que nos devuelve el espejo, acerca de nuestro gobierno del pueblo, al menos en nuestro microcosmos es la de una costra negra sobre un blanco mantel, un charco esparcido de líquido bilioso, de dudoso origen, que desentona y también atemoriza. Es que se ha creado, una suerte de casta, de clase, de familia, de grupo sectario o privilegiado, que asume, reiterada y reiterativamente la representantividad. No hablamos de lo que se da en llamar nepotismo o amiguismo, como fenómenos aislados y generados por déspotas de turno, sino como parte integrante de una petición de principios, inherentes a lo democrático, una definición marcada a fuego de que el poder es para pocos, pero que no debe ser reconocido en tal condición, todo lo contrario.

La pobreza, la marginalidad y todo lo que genera la exclusión (falta de educación, problemas con adicciones, etc) vendría a ser como la esclavitud moderna, es decir condición necesaria del gobierno del pueblo, así como los Griegos, idearon la democracia en las polis con ciudadanos con menos de cinco mil habitantes y un sinfín de esclavos, la versión moderna de nuestra democracia, sostiene la esclavitud, con una realidad aún más cruel que la del tipo encadenado y azotado a latigazos, más no así su imagen, a la que nadie presta atención, o a la que ya nos hemos acostumbrado (asentamientos, pisos de tierra, techos abiertos, panzas llenas de aire, mugre en las narices y en los cabellos, pies descalzos y rostros simiescos) a la que cada cierto tiempo, el de las elecciones, aquellos elegidos (los políticos), van, saludan, le llevan un bolso de comida, una ayuda, un beneficio, un instante de ciudadanía, para que en ese breve pasaje humanizante, estos lo convaliden con el voto que les brinda las prerrogativas a los políticos, ya transformados en la casta superior.

Somos pocos, los que leemos, los que entendemos, los que hemos tenido el raro privilegio de escaparle a la esclavitud señala, a la pobreza estructural que no nos hubiera permitido alimentarnos y con ello nos hubiese dificultado el desarrollo neuronal. Como si esto fuera poco, y para los pocos que entramos en esa segunda fase, las estructuras creadas para convencernos que el gobierno del pueblo es el elixir de los dioses, son más que efectivas y condicionantes. La educación, la religión y el trabajo, son las tres patas de una mesa que alinea, determina y somete, cualquier tipo de espiritualidad, o libre pensamiento, que se atreva a discutir esto mismo. En caso de que el ánimo del irreverente no sea controlado, la penalidad del encarcelamiento, la locura o la marginación, le esperaran al preso, loco o al imbécil. La medicina es la etapa final, o mejor dicho la antimedicina y su asociación con el desarrollo de lo técnico, le aguarda al rebelde con la guadaña afilada, de propinarle, mediante la excusa del stress y demás argucias de índole medicinal, un infarto, un cáncer o un derrame cerebral.

Escaparle a todas estas fases, debe ser un milagro, proveniente de alguien mucho más justo y ecuánime del que llaman Dios, y lo menos que se merece es una nota, como la presente, como para dejar testimonio que estas excepciones existen, para confirmar la regla

Pero todo es en definitiva cultural, como lo dijimos y quiénes comprendamos esto, debemos obrar no contra hombres, ni nombres, sino contra un sistema, que produce en serie a aquellos y en cantidades industriales a quiénes le temen a estos, la ecuación es fácil, no será posible convencer a la gran mayoría en tiempo acotado, sino más bien en tiempo prudencial, a quiénes están signados a ser popes por el sistema, es a ellos a quienes le debemos dirigir nuestras canciones y loas más efectivas para lograr cambios que se impongan y sean perdurables en el tiempo.

Y porque no desconocemos que los textos son diálogos en el tiempo, deseamos finalizar de la manera más sensata para lo filosófico, que es el reinado de la pregunta, dirigida a quiénes pueden detentar un circunstancial poder, para que las puedan responder en la magnificencia de sus soledades o en la grandiosidad de sus actos públicos y de aquí la razón de este proyecto, de imponerle límites radicados en principios constitucionales, para que no hagan y deshagan a su antojo, cuando sólo le hubimos de ser, condicionada y parcialmente, cierta representatividad en un determinado contexto (por ejemplo un espacio o partido político por el que ingresaron y mediante el que los votamos y que no puedan cambiarlo en el tiempo que dure su mandato).

Ni siquiera el tiempo te pertenece; porque le podes ganar otra batalla circunstancial a la adicción que te perpetra en el poder, corrompiendo la esencia de lo democrático y de la institucionalidad, por más que tengas a la norma electoral, amparándote, cobijándote, escondiéndote, como el pantalón de tu patrón, ese que te puso y te dio entidad política, social y económica; como te decía, puede que le arrebates a la ciudadanía unos buenos sueldos más, de los jugosos, estrafalarios y suculentos honorarios que te pertenecen por representarlo, pero vos, cada cierre de lista, tenes el Jesús en la boca, la respiración entrecortada, tu vida y por ende tu muerte, pende de esa lapicera, al que le imploras hasta la indignidad que te vuelva a signar, que te brinde la felicidad, ficticia y fugaz de seguir siendo alguien por un puñado de años más.

¿Para eso se han sacrificado tus padres? ¿Para eso han sucumbido al martirologio, que los condena en la senectud  a estar llenos de dolores, angustias y gestos mustios? Para qué la piltrafa humana en la que te has convertido, ¿le pida, le implore, le ruegue, le clame, a un hombre, tan igual, pero a la vez tan diferente a vos, que te vuelva a conceder otros años de gracia? ¿Para que tu prole te vea tan vencido, tan ultrajado, tan indigno de vos, como de ellos mismos? Para que los otros, que antes te ponían obstáculos, ahora se te hagan alfombra, para que los que te trataban con indiferencia, ahora te adulen, ¿para ser un actor de reparto en ese teatro de la hipocresía? Para todo ese concierto de valores de uso, que no tienen valor de cambio a nivel espiritual ni acabado del fenómeno humano, ¿es que seguís hipotecando lo que te resta de persona? ¿Por una turbamulta de billetes, que no pueden hacerte adquirir la tranquilidad necesaria para que puedas dormir sin el psicotrópico, sin el alcohol, sin el temor crepitante de que te levantes y termines viéndote desnudo, despojado de esa mortaja de poder que te arropa infantilmente?

 

 

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